Creencia, credulidad y engaño [1]
Lidia Ferrari
El análisis de la
creencia permite comprender cómo hasta
las mentiras más evidentes y estúpidas pueden ser creídas. Los impostores, los
cínicos y los políticos mentirosos se valen de la condición de ser crédulo de todo
sujeto en tanto para habitar el mundo y poder relacionarse con los otros es
preciso que haya algún tipo de certeza, ya sea fundada en la autoridad, como
plantea Wittgenstein, en la función de algo que no engañe según Lacan o en el
principio de la credibilidad general analizada por Michel de Certeau.
Una de las
conclusiones que podemos extraer es que quien se ubica desde una posición de
privilegio y poder y desconoce escrúpulos éticos para la mentira y el engaño
está en condiciones de atrapar en su red a quienes ocupan el lugar de incautos
de la verdad.
Una de las
inestables consistencias en las que se sostiene el mundo es precisamente la del
sostén de la frontera entre realidad y ficción. Si aceptáramos que estas
fronteras son tan laxas como para que desaparezcan las diferencias entre ellas,
la lucha sería sólo por la hegemonía de los relatos que quieren aparecer como
reales o verdaderos. En un siglo XXI dominado por los medios de comunicación
como creadores de realidad, la lucha por la hegemonía no se jugaría tanto en el
campo de las acciones políticas sino en la capacidad para dar a creer lo que se
quiere hacer creer.
Quien se instala
en el poder a través de la mentira y de
la manipulación de los relatos es más
poderoso que su incauta víctima, quien cree en la palabra del Otro. Todos aquellos
que
inescrupulosamente pueden manipular cierto orden de creencia pueden fácilmente ocupar una posición dominante sobre los demás, en particular porque la ética de la verdad no los limita.
inescrupulosamente pueden manipular cierto orden de creencia pueden fácilmente ocupar una posición dominante sobre los demás, en particular porque la ética de la verdad no los limita.
¿Cuáles serían
las consecuencias sociales y subjetivas cuando ciertos marcos que otorga la
realidad en la que se vive no puede ya dar orientación sobre lo que es cierto y
lo que no lo es, sobre la diferencia lábil y precaria, pero existente, entre
mentira y verdad; cuando tambalea el parámetro que pueda servir de referencia
para poder decidir lo que es falso y lo que no lo es?
En
este sentido, dice Hannah Arendt que “el resultado de una consistente y total
sustitución de las mentiras por la verdad factual no es que las mentiras vayan
a ser aceptadas en adelante como verdad, y la verdad se difame como una
mentira, sino que el sentido por el que establecemos nuestro rumbo en el mundo
real y la categoría de verdad contra falsedad queda destruido”. Y agrega: “Para
este problema no hay remedio” pues “no es más que la otra cara del incómodo
carácter contingente de toda la realidad objetiva”.
[1] Fragmento del libro “La diversión en la
crueldad. Psicoanálisis de una pasión argentina” (Letra Viva, 2016), de Lidia
Ferrari y del texto “Una estrategia narrativa de la dominación y la
Verleugnung freudiana”, publicado en la revista “Psicoanálisis y el hospital”,
Nro. 49 “El superyó de la época”, 2016
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