miércoles, diciembre 28, 2016

Un rasgo de la víctima como síntoma del verdugo



Un rasgo de la víctima como síntoma del verdugo (fragmento) [1]
Lidia Ferrari

Una vocación argentina por las bromas pesadas 
[…] De acuerdo con esta ecuación que relaciona estrechamente el síntoma del bromista con el rasgo del titeado, ¿podría pensarse una vocación colectiva por las bromas pesadas en ciertas épocas de la Argentina? ¿Si fuera de esa manera, qué revelaría? En continuidad con la hipótesis de que en cierta afición argentina por las bromas pesadas se expresaría un síntoma, se debería indagar en la descripción del rasgo de las víctimas que hacen los bromistas, ya que ellas nos podrían conducir a lo que hace síntoma en el bromista argentino. ¿Cuáles son sus víctimas, qué rasgos portan? Si examinamos la  variedad de siluetas de las víctimas de bromas pesadas predomina un perfil que insiste en la ingenuidad o la credulidad de la víctima. Pero la ingenuidad o la credulidad, el ser incauto frente a una broma, es una condición estructural para la efectuación de toda broma pesada, pues ella sólo se hace posible cuando “cae” la víctima en el engaño, esto es para las bromas de todo tiempo o lugar, como parte del procedimiento general de la broma pesada.

Entonces se podría pensar que con esta afición por las bromas pesadas se privilegia un tipo de diálogo entre engañador-engañado, vivo-tonto y todas sus variantes, lo que mostraría una afición por este tipo de  intercambio. Encontramos esta insistencia, como si la contraposición entre vivo y zonzo fuera una matriz, un síntoma de una manera de estar con los otros  en algunos momentos de la vida argentina. Una manera de estar con los otros a través de esta dualidad: engañador-engañado, vivo-zonzo, verdugo-víctima y como si esta manera del intercambio opacara, en ciertos momentos, otros modos de intercambio. Esta hipótesis no sería descabellada a la luz de los significantes que Viñas menciona cuando dice que se trata de encontrar el “lado flaco”, el “punto débil”,  un tonto, un defecto,  alguien que, como lo estamos leyendo aquí, se pueda ubicar en el lugar de la falta, del castrado. El otro será el zonzo, el engañado, el ingenuo, el provinciano, el gil.

Julio Mafud, en su Psicología de la viveza criolla ha señalado que la Argentina es el país que más sinónimos tiene de los vocablos vivo y zonzo con sus variaciones[i]. En el listado que Mafud presenta de estos vocablos se observa que  las voces para designar al zonzo superan ampliamente a las voces para designar al vivo. No nos sorprende ya que la “voz cantante” la tiene el vivo. Existen más palabras para designar al Otro de quien se habla, ese lugar de objeto que no se quiere ocupar. Este afán imaginario de no ocupar el lugar del zonzo parece estar en el origen de tantos fenómenos que comprometen de diversa manera la crueldad en la diversión:  burlas, bromas, titeo y fumistería.

En el caso de las bromas pesadas, la  pequeña comunidad de bromistas expulsa de sí eso que también la constituye, porque no quiere saber nada de la lógica del “no hay”[ii]. Algo así como un mecanismo de glorificación del narcisismo del grupo que reniega, rechaza ciertos aspectos y los transfiere a ese otro que siempre se presenta como fallado, carente, hasta feminizado.

Jorge Alemán hace una interesante propuesta para poder pensar el Común, como él lo llama, “desde la lógica del «no hay» para inaugurar una nueva posibilidad acerca del enigmático «ser con los otros»”[iii]. En esta apuesta a una manera de hacer el Común, esa parte de la vida social o del grupo que accede a este desafío de “hacer juntos con el vacío de lo que «no hay»”[iv], se hace necesario que primero el grupo haya podido vérselas con el vacío de lo que «no hay». Esta manera de la socialidad que estamos describiendo está en las antípodas de poder construir ese Común. Esos grupos, como el de Ingenieros o de Laferrère, están embarcados en la Lógica del todo, una lógica masculina que cuando debe vérselas con  el «no hay» lo expulsa, lo aplasta.

Habría dos formas de goce que son satisfechas en este “enclave de satisfacción”[v]. Por un lado, la vertiente sádica en el ejercicio cruel sobre el otro. Se goza del otro haciéndolo sufrir y padecer algo que no  puede entender. La otra satisfacción se obtiene de la renegación lograda. Ambos modos se encuentran. Y esto no es aleatorio. La vertiente sádica y la Verleugnung convergen en las bromas pesadas.

[…]

Para Viñas, el titeo [broma pesada] supone una “situación grupal donde el ‘nosotros’ encarna y disuelve la solidaria responsabilidad del verdugo en su relación con la víctima. La violencia de la diálectica verdugo-víctima se atenúa al socializarse en el grupo”[vi]. La relación dual víctima-verdugo encontraría una justificación y una amortiguación en sus consecuencias al grupalizarse. Efectivamente, el titeo o la broma pesada es siempre un dispositivo grupal y en la mayoría de los casos se trata de un grupo que posee un líder. Esto señala la importancia de los cómplices. El que manifiesta poder sometiendo a la víctima, socializa su poder con los cómplices y acrecienta su goce al transferirles una porción de poder, placer y saber en la escena. Al tiempo que se atenúa la responsabilidad del líder-verdugo  se comparte el goce en la violencia.

El relato de la broma pesada ubica a la víctima presentando un rasgo que lo diferencia de los otros.   Ahora
bien, es en la misma operación en la que se registra la diferencia del “candidato” que adviene la homogeneidad de los que lo miran de esa manera. El rasgo se produce en el momento lógico en el cual el grupo se une y compacta en esa distinción del “otro” diferente. ¿Pero, por qué razón esa ausencia, detalle o rasgo diferencial deben ser sancionados y escarnecidos, como parecería ocurrir en la broma pesada y en otros mecanismos de exclusión?

Aquí es necesario interrogarse acerca de cómo se genera el grupo o cuáles son las condiciones de constitución de ese grupo. Se podría pensar en que una diferencia o un rasgo que pone en evidencia al grupo como tal, le muestra, simultáneamente, la posibilidad de su falta o disolución. Se presenta así tanto su unidad como su posibilidad de extinción como grupo, lo que atenta contra su integridad. Eso significa que la constitución misma del grupo es frágil. ¿Frente a qué cosa es frágil? Frente a la diferencia. La diferencia que se presenta con el estatuto de una insuficiencia. Esto pone en riesgo la unidad, la coherencia, la identidad. Razón por la cual ellas son frágiles, inestables y provisorias. Obviamente, dependerá del tipo de constitución grupal lo que determinará la mayor o menor tolerancia a esos rasgos diferenciales. Cuanta más pretensión de homogeneidad, mayores riesgos de disolución. Cuanta más tolerancia a la heterogeneidad, el grupo resistirá desde su propia fragilidad frente a lo que amenaza disolverlo.
[…]


[1] Fragmento del artículo:  "Un rasgo de la víctima como síntoma del verdugo" publicado en la revista “Psicoanálisis y el Hospital” Nº 50: EL SÍNTOMA, 2016. Fragmento del libro La diversión en la crueldad. Psicoanálisis de una pasión argentina, de Lidia Ferrari: Letra Viva, 2016.


[i] Psicología de la viveza criolla. Contribuciones para una interpretación de la realidad social argentina y americana. Buenos Aires, Américalee, 1965.p.125.
[ii]  “Nuestro Común es lo que podemos hacer juntos con el vacío de lo que «no hay»”.  Alemán, Jorge. Soledad: Común. Políticas en Lacan. Madrid, Clave Intelectual, 2012. p. 57
[iii] Alemán, J. Soledad: Común. Ob. Cit. p. 56
[iv] Ibidem
[v] “Después de todo, las insignias, los blasones, las tradiciones, los monumentos, las leyendas, etc, son distintas modalidades de fijación de ese “plus de goce» o más sencillamente, son inscripciones donde la historia se cristaliza para luego prepararse como tradición. El sentido marxista de la historia no ha encontrado las condiciones teóricas para dar cuenta de esos «enclaves de satisfacción» que fijan los mundos simbólicos a sus referencias más estables y sin embargo más enigmáticas y alcanzadas, incluso por el sinsentido. Pues el monumento esconde siempre un síntoma escondido, una fijación de goce enigmática que la épica esconde entre sus argucias retóricas”. Alemán, J. Soledad: Común. Ob. Cit. p. 52
[vi] Viñas, D. Del apogeo...  Ob. Cit.p. 104






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