sábado, enero 24, 2009

Libro: "Cómo Elegir una carrera" de Lidia Ferrari (2)

Libro: “Cómo elegir una carrera”, Edit. Planeta, Buenos Aires.
del Capítulo V: El Arte y la Ciencia. Arte: ¿Vocación o Profesión?, con entrevistas a Alejandro Dolina y a Leo Sujatovich.
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Tema: Orientación Vocacional. La vocación en el arte y en la ciencia.
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jueves, enero 15, 2009

NIETZSCHE Y JOYCE: RELATOS SOBRE LA VOCACIÓN - Lidia Ferrari

Desde una práctica llamada Orientación Vocacional y desde las determinaciones que significa estar incluído en el discurso del psicoanalisis es que hemos podido recortar un campo de problemas y de interrogantes.

Esto nos lleva a hacer algunas consideraciones generales que en otros trabajos hemos desarrollados en forma más exhaustiva.

Uno de los primeros problemas que nos planteamos fue el de delimitar el alcance de la palabra vocación.

1. La palabra vocación proviene del latín VOCATIO que indica la acción de llamar y, derivadamente, el hecho de ser llamado. A partir del cristianismo vocación es lo que designa el llamamiento por el cual Dios "inclina a cualquier estado de vida". Como don de Dios es ".la aptitud o inclinación que Dios da a cada uno para el fin que ha de desempeñar en el mundo".

Tomamos esta vertiente cristiana de la vocación porque creemos que en ella se refleja algo que hace a una de las características más importante de la vocación. Es un llamado irrefrenable, al que el sujeto no puede sustraerse y por el cual se ve afectado radicalmente.

2. Si el sujeto se constituye en el campo del Otro, su característica principal es que aparece dividido. Es porque hay carencia de identidad que se ve llevado al movimiento de la identificación y a identificarse en un recorrido alienante en relación al deseo del Otro. En este movimiento de constitución subjetiva, las palabras decisivas, que se pronunciaron aún antes de que naciera, en el discurso de los padres, son determinantes para la vida del sujeto.

Y es en la vocación donde se manifiesta la más absoluta alteridad que constituye al sujeto. Se trata de un hacer o una actividad al que no puede sustraerse. Por un lado, proviene de determinaciones que lo exceden, y por otro, constituye lo más íntimo, lo más propio y que lo representa en el orden de la cultura.

3. Cuándo podemos hablar de vocación?

Uno de los alcances que tiene para nosotros considerar de este modo el problema de la vocación, como llamado del Otro, llamado al que el sujeto no se puede sustraer, es el de poder observar que no son muchos los casos de vocación en sentido estricto que aparecen en el campo específico de la Orientación Vocacional. El primer modo de plantear que casi no hacemos Orientación VOCACIONAL, cuando se nos pide Orientación Vocacional, es que por la definición misma de vocación que consideramos podemos suponer que los sujetos llamados a una vocación lo saben, y lo practican. Es poco probable que pidan ayuda sobre algo que se les impone.

En todo caso, nos es necesario plantear de este modo el problema para despejar aquello que es nuestro interrogante, la vocación. A lo sumo, nos hemos visto en la situación de acompañar en un momento de confusión a alguien que estaba descubriendo aquello que se le imponía por todos los medios.

4. La decisión de seguir por un determinado camino en la esfera del hacer (trabajo, oficio, arte) es una decisión yoica, pero que tiene su origen en el campo del deseo, es decir, de sus determinaciones inconcientes. Y este deseo puede estar expresado en forma de síntoma.

Esto también nos conduce a la imposibilidad de predecir o anticipar una vocación. En general se manifiesta tempranamente, y si no es así, la vicisitudes de una vida pareciera que se fueran ordenando para dar lugar a su emergencia

Por el equívoco de suponer que en la elección de una actividad o quehacer profesional debe ponerse en juego una vocación es que muchos individuos viven intranquilos y confundidos, porque padecen la creencia de que tendrían que estar llamados a una vocación con cuyo ejercicio alcanzarían la satisfacción.

Creemos que se puede ejercer una práctica que responda al deseo, que bordee el deseo de algún modo, pero que no necesariamente exprese una vocación.

5. No siempre que alguien viene pidiendo "Orientación Vocacional" estamos en presencia de un síntoma en ese campo. Muchos vienen porque es el momento en que se supone que deben hacerlo, porque los mandan, porque quieren anticiparse a un posible futuro malestar, y algunos ni saben porqué lo hacen. Pero hay otros, donde es posible escuchar en lo que ellos sufren como indefinición, o confusión, y donde habla por ellos un problema que ya ha llegado a un nivel que les es imposible soportar y resolver. Recién en ese momento se puede poner en marcha un dispositivo para escuchar ESE malestar como síntoma. Y es el mismo sujeto que está desbordado por lo que le sucede, desbordado en todo su ser y no sólo en eso que se expresa como una "desorientación vocacional".

La práctica nos ha mostrado muchos casos que se presentan luego de un momento, de un tiempo de impasse del sujeto, que reviste la forma de inhibición, de paralización, de no poder hacer nada o de hacer algo sin deseo. Pareciera que en ese tiempo en el cual el sujeto pudo experimentar un gran desasosiego sobre sí mismo, hasta llegar a la necesidad de la consulta, en ese tiempo se le formularon interrogantes fundamentales.

Es sobre este momento singular en la vida de una persona en tanto se pone en juego decisiones trascendentales que queremos focalizar nuestro análisis.

6. Por la identificación al Ideal del Yo, que es inaugurada por la función del rasgo unario desde el campo del Otro, el sujeto se aferra a una marca desde donde puede verse amable y sentirse amado.

S.Freud, en Psicopatología de la Vida Cotidiana toma como ejemplo un caso de E. Jones. Se trata de un médico que a través de la evidencia de un acto sintomático en el ejercicio de su profesión y llega a analizar la identificación inconciente que estaría en la base no sólo de su acto sintomático sino de su elección profesional.

Pero de qué identificación se trata? En este caso es a un rasgo, llevar un estetoscopio a pesar de no necesitarlo y colocarlo siempre en el mismo lugar. Un gesto idéntico al de un médico que ocupó para él el lugar de un sustituto ideal del padre. Se trataría, entonces, de una identificación al Ideal.

Este punto del Ideal del Yo es un recurso en la elección de una carrera o una actividad. Hay innumerables casos donde la elección pasa por este lugar del Ideal.

Pero hay otro modo de acceder a ese hacer o actividad elegida por el sujeto. Un más alla del ideal. Se trata, obviamente, de una operación de separación de las determinaciones que lo constituyen. y no de una exclusión de ellas. Decimos un campo separado, en tanto ya no se soportaría el sujeto en el Ideal sino en ese objeto que causa su deseo, y que lo sostiene. Y esto funciona como fundamento de una identificación que no es especular.

Para producir la separación respecto de esa alienación constitutiva al discurso del Otro es que el sujeto, dice Lacan, aporta como primer objeto al deseo parental un objeto que es su propia pérdida. Esto se reactualiza en distintos momentos donde se pone en juego el enigma de su propio deseo y donde ya no puede responder el Otro.

7. Hemos tomado dos textos, que a modo de ejemplos, ilustran sobre ese momento clave en donde el acto de la decisión acerca de lo que se hace y lo que se va a hacer está en el centro de la existencia.

Se trata de dos hombres importantes de la historia de la cultura, que por su talento en el terreno de la escritura pudieron transmitir poéticamente un drama singular. Se trata de F. Nietzsche y de J. Joyce.

En el caso de Nietzsche, es un fragmento autobiográfico de "Ecce Homo". En el caso de Joyce, se trata de Stephen, el protagonista de su novela "Retrato del artista adolescente" que aunque se trate de un personaje de ficción se puede considerar como relato autobiográfico.

Nietzsche, en Ecce Homo, comenta sobre su "Humano, demasiado Humano" a partir del cual se produce su ruptura con Wagner. Considera a ese libro como el monumento de una crisis, la de él en relación a toda su filosofía y a su existencia. Y expresa que a partir de esa crisis se pudo desembarazar de todo lo que no era su naturaleza: Wagner, el germanismo, el idealismo, y hasta la cerveza alemana. Y lo dice así:

"Se apoderó de mi la impaciencia de mí mismo; comprendí que era tiempo de meditar sobre mí mismo...

...las realidades faltaban absolutamente en mi provisión de ciencia, y las idealidades no valían un comino...

...Una sed abrasadora se apoderó de mí: desde ese momento no me ocupé sino de fisiología, medicina y ciencias naturales...

...Entonces fue cuando adiviné también por primera vez la correlación que existe entre esta actividad escogida contrariamente al instinto natural, entre lo que se llama vocación, cuando nada os llama a ella, y esa necesidad de llenar el sentimiento de vacío y de inanición del corazón con ayuda de un arte que sirve de narcótico: del arte wagneriano, por ejemplo. Una mirada con precaución dirigida a mi alrededor me hizo descubir que una turba de jóvenes sufren del mismo mal...

...hay demasiadas personas condenadas a tomar una decisión prematura; luego a morir lentamente de consunción, aplastadas por el peso de una carga que ya no se pueden quitar. Estos reclaman a Wagner a guisa de narcótico; se olvidan, se desembarazan de ellos mismos durante un momento...

En este momento, mi instinto se ha pronunciado implacablemente contra el hábito que yo habia adquirido de ceder, de seguir, de engañarme acerca de mí mismo..."

Este fragmento contiene la idea de un tiempo suspendido, donde algo ya no es, ya no puede ser, pues se ha perdido su sentido pero donde todavia falta lo que va a venir a ese lugar. Ese algo de lo cual, dice Nietszche, todavía no está provisto.

En el caso del fragmento de Joyce se trata del relato en primera persona de Stephen, que está cursando su último año de vida colegial.

"Recientemente, algunos de los juicios emitidos por ellos (los profesores) le habían parecido un poco pueriles y había sentido pena como si estuviera saliendo lentamente de un mundo familiar y oyera su lenguaje por última vez.

...notó de pronto que el director se dirigía a él en un tono distinto.

-Te he hecho venir hoy, Stephen, porque deseaba hablarte de un asunto de mucha importancia.

-Dígame, señor.

-Has sentido alguna vez vocación?

-Stephen abrió la boca para contestar que sí, pero de pronto retuvo la salida de la palabra. El religioso aguardó la respuesta y luego añadió:

-Quiero decir si has sentido alguna vez dentro de ti mismo, en tu alma, el deseo de entrar en nuestra Orden. Piénsalo.

-Algunas veces he pensado en ello -dijo Stephen...

-En un colegio como éste -dijo al cabo de un rato-, hay siempre un muchacho o dos o tres a los cuales Dios llama a la vida religiosa... Quizás eres el muchacho de este colegio al cual Dios se propone llamar para sí...

-Recibir este llamamiento -continuó el director-, es el mayor honor que el Omnipotente puede otorgar a un alma...

...A menudo se habia visto a sí mismo en figura de sacerdote, provisto de aquel tremendo poder ante el cual ángeles y santos se inclinan reverentes. Su alma había cultivado secretamente aquel deseo. Se había visto a sí mismo, sacerdote joven y de maneras silenciosas, entrar rápidamente en el confesionario, subir las gradas del altar, incensando, haciendo genuflexiones, ejecutando todos aquellos vagos actos sacerdotales que le agradaban por su parecido con la realidad y por lo apartados que al mismo tiempo estaban de la realidad misma. En aquella borrosa vida que él había vivido en sus fantasías se habia arrogado las voces y los gestos observados en algunos sacerdotes...

...Pero, sobre todo, lo que le agradaba era el desempeñar un papel secundario en estas escenas entrevistas en su imaginación. Se sustraía de la dignidad del celebrante, pues le desagradaba el pensar que toda aquella misteriosa pompa pudiera convergir hacia su propia persona o que el ritual le hubiese de asegurar un oficio tan claro y tan definido.

...Y ahora escuchaba reverentemente y en silenció el llamamiento del director...

...Y entonces la sombra de la vida en el colegio pasó gravemente por su cerebro.....Con estos recuerdos, se le despertó un instinto más fuerte que la educación y la piedad, .... un instinto agudo y hostil que le prohibía dar su cosentimiento.

Es a partir de allí que Stephen comienza a sentir lo que lo separa de ese mundo que le obliga a elegir.

Sobre sus compañeros dice:

"todos parecían cansados de la vida antes de haber entrado en ella".

Y sobre su madre:

"Un antagonismo confuso iba cobrando fuerzas dentro de él y nublando su mente como una nube que los separara; y cuando la nube se desvanecía dejando su inteligencia serena y conciente de sus deberes para con su madre, sentía indistintamente algo como el dolor de la primera y silenciosa separación de las vidas de ambos...

...El fin para el cual estaba destinado, aunque él mismo no lo conociera, era lo que le había hecho escapar por un camino imprevisto, lo que ahora le estaba alentando una vez más con aquella nueva aventura que estaba a punto de abrirse delante de él...

...Durante toda su infancia habia estado haciendo fantasías acerca de aquello que solía considerar como su destino; pero al sonar la hora de obedecer al llamamiento, se había desviado, siguiendo un instinto que le impulsaba hacia adelante...Habia rehusado. Porque?

...Su alma se acababa de levantar de la tumba de su adolescencia, apartando de sí sus vestiduras mortuorias"..

!Adelante! !Adelante!. Tal era el grito de su corazón.

En ambos textos, de modo diverso, se expresa una suspensión subjetiva, en la cual cada uno intenta transmitir ese estado de vacío, ese estado donde están advertidos que ya no son los mismos, que los puntos de referencia vitales han dejado de servirles, pero que no se tiene a mano otros. Es en estos momentos de zozobra que para ambos se les pone en juego el ser, y vemos la importancia crucial que tiene el ejercicio de un hacer como centro de toda la experiencia.

En ambos casos se trata de rupturas con el Otro que hasta ese momento les proveia de los discursos adecuados a su posición subjetiva. Es, y no casualmente, cuando algo de ese Otro cae en tanto referencia casi exclusiva donde el sujeto queda en una impasse subjetiva. Momentos fecundos en tanto desde ahí se produce una separación.

Ni Joyce o Nietzsche se convierten por esto en paradigmas del encuentro con el sentido de su existencia. Sabemos que por la operación de alienación el sentido aparece condenando al sujeto a su desapararición. Y allí hay un punto en el cual el deseo no puede reconocerse en tanto que surgido en el deseo del Otro.

Pero al ver jugar la cadena significante al nivel del deseo del Otro el deseo del sujeto se constituye. Es Joyce, enfrentado a ese deseo del Otro: sacerdote, madre y los propios ideales infantiles, confrontándose con él, e intimado por ello, que no puede ya reconocerse allí. Pero esto no es sin ese desvanecimiento, esa vacilación que lo sumerge en un vacío. Y desde esta posición separada apuesta a algo que considera más verdadero y más propio.

Citamos a Lacan:

"El sujeto encuentra la vía de retorno del vel de la alienación por esa operación de separación. Por la separación el sujeto encuentra, por así decirlo, el punto débil de la pareja primitiva de la articulación significante, en tanto que su esencia es alienante.

En el intervalo de la alienación yace el deseo ofrecido a la localización del sujeto en la experiencia del discurso del Otro, del primer Otro con el que tiene que ver (madre). En tanto que su deseo está más allá o más ac

á de lo que ella dice, de lo que ella intima, de lo que hace surgir como sentido en tanto que su deseo es desconocido, en este punto de carencia se constituye el sujeto del deseo". (4).

Es en la travesía de un análisis, aunque no sólo en su transcurso, que determinados acontecimientos posibilitan la reoganización de significaciones que ponen en juego las marcas fundamentales, los significantes primordiales.

En el caso de Joyce, cae una certeza, la del niño de la infancia, la del discurso materno y la de los jesuitas. Cae como referente absoluto que lo precipita en una zozobra de la cual no huye, se instala en ella. Desde ese lugar advendrá lo que puede llamarse su vocación artística pero que no excluirá nunca su interés por la religión, aunque no se ordene sacerdote.

Joyce apuesta a no mirarse más en el ideal, donde se veía visto amable.Y hace la experiencia de fantasear viéndose sacerdote, y en esa experiencia hay un altar vacío, nadie lo mira. Participa de la escena, pero no está en condiciones de soportar sus consecuencias. No está comprometido allí su deseo. Se arriesga a perder esa mirada amable de su madre porque no es sino perdiéndola, que puede acceder a ese otro lugar que lo lllama, y que se va delineando en la escritura, aunque todavía sea un enigma para él.

Es la pregunta del sacerdote el acontecimiento crucial que lo fuerza a anticiparse en un lugar subjetivo al que todavía no está en condiciones de responder. Esto lo precipita a tomar una decisión. Stephen debe decir no.

Este fondo de incertidumbre del lado del Otro, en tanto no le provee garantías sobre lo que va a ocurrir lo obligan a un posición asertiva respecto de sí mismo.

En algunos casos, hay pedidos que toman la forma de Orientación Vocacional para ser escuchados en esa zozobra. El puñado de certezas que se disponían comienzan a resquebrajarse en tanto ya no se elija esa carrera o actividad a la que se estabadispuesto casi desde siempre.Esto da lugar a un replanteo que pone en evidencia los ideales y las imágenes identificatorias sostenidas en él.

Ahí, cuando comienza una interrogación puede comenzar el trabajo. Es frecuente que en ese momento crucial se evite poner en consideración el Ideal, no sólo huyendo de ello, sino precipitándose en una definición apresurada por una carrera para mantenerlo como tal.

Es desde esta perspectiva que podemos pensar el párrafo de Nietzsche, acercade lo que él llama el narcótico del arte Wagneriano, que por una decisión prematura muchos jóvenes sufren. En Nietzsche esa ruptura definitiva con Wagner, formalizada en 1878, es una ruptura no sólo con un ideal sino con la ilusión idealizadora. Y esta ruptura se constituye para él en una conquista subjetiva y filosófica.

8. Se trata de momentos de coacción subjetiva desde donde se debe elegir y decidir. Y siempre se tratará de una decisión que anticipa y elige sobre lo incierto. El futuro se escribe anticipadamente sobre un

fondo de falta de garantías y es por ello que el sujeto no puede sino apostar.

Son apuestas a las que no se puede sustraer quien intenta sostenerse en su deseo.

Referencias:

(1) Sigmund Freud. "Psicopatología de la vida cotidiana". O.C.,T. I. , XX, VII, Ed. Biblioteca Nueva, 1973, Madrid.

(2) Friedrich Nietzsche, "ECCE HOMO", Ed. Siglo Veinte, ,Buenos Aires,1986.

(3) James Joyce, "Retrato del artista adolescente", Ed. Porrúa, México, 1989.

(4) Jacques Lacan, Seminario XI "Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis", Barral Editores, España,1977,

(*) Publicado en el libro "La vocación, un enigma. Interrogaciones desde la teoría y la práctica". Selección de trabajos presentados en las Primeras Jornadas de Orientación Vocacional - Ciclo Básico Común, Universidad de Buenos Aires. Editado por la Ofic. de Publicaciones del CBC-UBA. Buenos Aires, 1994.

LE TEMPS, PSYCHANALYSE ET ORIENTATION PROFESSIONNELLE - Lidia Ferrari

Publicado en la Revue de l´ACOPF (Association des Conseillers d´Orientation Psychologues - France). Vol. 63 Trimestriel – Nº 1. Janvier-Fevrier-Mars 2000. Paris, France. 2000. ISSN 0150 3758.

Le temps en psychanalyse est le temps du désir. Un temps en dehors des rythmes biologiques ou des conventions sociales. Le temps du désir est radicalement un temps lié à la construction libidinale du sujet et aux effets paradoxaux et contradictoires du temps dans l´inconscient. On a dit que l´inconscient est atemporel. Il faut préciser qu´il ne s´agit pas que l´inconscient soit hors du temps, mais qu´il ignore les coordonnées spatio-temporelles de la conscience, de la veille, de la convention.

Dans ce travail, consacré au thème du temps l´un des aspects cruciaux dans le processus de l´orientation professionnelle, nous ne pouvons pas ignorer la considération psychanalytique du temps. Non pas pour l´appliquer sans plus, sinon pour placer des intersections et des différences.

En psychanalyse, le symptôme est une trace de quelque chose qui ne sera signifié que dans le futur, bien que cette trace le soit du passé. Comme le dit Lacan:

"Ce que nous voyons sous le retour du refoulé est le signe flou de quelque chose qui n´obtiendra sa valeur que dans le futur, à travers sa réalisation symbolique, son intégration dans l´histoire du sujet. Littéralement, il ne sera jamais sinon quelque chose qui, à un moment donné de réalisation, aura été..."

Le temps est irréversible. On avance toujours sur la ligne du temps. Le discours aussi est irréversible. Mais cette avance vers le futur produit peu à peu le passé, le signifie et le resignifie. Il s´agit, en psychanalyse, de paradoxes continuels en relation avec le temps. Le passé n´est pas ce qui a été, sinon ce qui peut arriver à être rétrospectivement.

Dans l´analyse, un passé se produira progressivement dans notre voyage au futur.

Nous allons travailler différentes topiques où apparaît le problème du temps et de ses différentes approches.

Les moments propices pour une décision.

Voyons quelques prescriptives pour l´analyse qui permettent de situer des différences dans l´utilisation du temps avec les processus d´orientation professionnelle.

Freud dit:

"La meilleure manière de protéger le malade des dommages que peut lui causer l´exécution de ses impulsions est de l´engager à n´adopter, au cours du traitement, aucune résolution importante (choisir une carrière ou une épouse, par exemple) et attendre pour cela le moment de la guérison. En même temps, nous respectons la liberté personnelle du patient pourvu qu´elle soit compatible avec ces précautions; nous ne lui empêchons pas l´accomplissement de desseins de peu d´importance, même s´il s´agit de simplicités évidentes et nous n´oublions pas que seule la propre expérience personnelle fait l´homme sage. Il existe aussi des cas où il nous est impossible de dissuader le sujet d´accomplir un projet totalement inadéquat à ses circonstances et que ce n´est que longtemps après qu´ils deviennent mûrs et abordable à l´analyse.1"

"Je puis vous assurer, en plus, que vous vous tromper si vous croyez que conseiller et guider le sujet dans les circontances de sa vie fait partie de l´influence psychanalytique. Au contraire, nous refusons toujours que ce rôle de nous soit permis, et notre seul désir est de voir le malade prendre ses décisions par lui-même. Donc, nous lui demandons toujours de remette à la fin du traitement toute décision importante sur le choix d´une carrière, le départ d´une entreprise commerciale, le mariage ou le divorce. Avouez que ce n´est pas ce que vous pensiez. Ce n´est que lorsque nous sommes en présence de personnes jeunes ou instables que nous décidons à associer à la mission du médecin celle d´éducateur. Mais alors, conscients de notre responsabilité, nous agissons en prenant toutes les précautions nécessaires2"

Ce n´est pas de notre intérêt de débattre ici la valeur de ces prescriptions à l´intérieur de l´analyse. Celles-ci nous intéressent car elles mettent en relation la névrose avec la prise de décisions importantes pour la vie du sujet.

Dans certains cas de demande d´orientation professionnelle où l´on observe une forte complication névrotique, il devient nécessaire de délimiter quand il convient d´indiquer un traitement analytique, et quand, même dans certains cas délicats, il convient d´indiquer un processus d´orientation professionnelle.

Tout d´abord, l´observance de Freud indiquant la suspension d´actions compromettantes pour la vie des patients se faisait dans un contexte où était impliqué non seulement le cas par cas, sinon que la fréquence et le temps du traitement n´étaient pas ceux que nous connaissons aujourd´hui. L´analyse compromettait, comme aujourd´hui, un espace psychique central dans l´existence du sujet, mais aussi, elle inondait les activités quotidiennes. De nombreuses activités étaient suspendues reléguées par le traitement et, par conséquent, la prorogation de ces décisions importantes étaient à l´expectative d´une modification subjective dans un délai déterminé.

Bien que la prescription d´indications de suspendre des décisions importantes ait à voir avec le déroulement particulier de chaque analyse, nous voulons ici mettre ces règles en rapport avec ce dont il s´agit dans l´orientation professionnelle. Quand Freud indiquait qu´il ne faudra pas prendre certaines décisions précises "pour le moment", il le faisait parce qu´il considérait que dans les conditions où se trouvait le patient, ces décisions ne seraient pas appropriées. Freud pose le problème comme celui d´une dérivation vers la motilité des pulsions qui devraient être le moteur de la remémoration dans l´analyse. Ceci nous éclaire sur l´importance du compromis névrotique dans les décisions. La prescription de les éviter n´est rien d´autre que la précaution de préserver le patient d´engager sa vie et d´entreprendre des actes liés à la pulsion et à la maladie. C´est là que nous voulons nous arrêter dans notre analyse.

D´une part, l´orientation professionnelle est une pratique qui pose comme objectif cette prise de décision. En général, les processus d´orientation professionnelle sont requéris à un moment déterminé de la vie du sujet: son adolescence. Nous avons là la preuve la plus décisive que la vie des être humains se déroule parmi des paradoxes et des contradictions. C´est juste au moment le moins recommandé pour adopter des décisions (presque comme un malade en état grave) qu´il doit en prendre. D´autre part, en orientation professionnelle, on travaille afin de pouvoir produire une décision. Bien que la catégorie de décision définitive ou pour toute la vie doive être mise de côté, il n´en est pas moins certain qu´il s´agit de parvenir à prendre des décisions compromettantes. Les cas les moins névrotiques seulement pourront décider? Uniquement les personnes relativement saines pourront choisir? Faudra-t-il suspendre le choix professionnel jusqu´à ce que certains effets se produisent et qui ne peuvent être obtenus qu´au moyen d´un traitement psychanalytique?

Bien que ces questions soient d´ordre général et, en tant que telles, impliquent aussi des réponses générales, il n´est pas inutile de préciser qu´il faudra se placer dans chaque cas particulier. Parfois, l´indication: "suspendre toute décision, commencez un traitement psychanalytique et puis on verra", peut avoir des effets contraires. Dans de nombreux cas, il faut évaluer le prix que cela représente pour le sujet de suspendre toute décision. Pouvoir entreprendre quelque chose, même au risque de se tromper, permet a beaucoup de jeunes gens de se mettre en marche, et le fait de se mettre en marche est crucial pour eux.

Beaucoup de jeunes sont angoissés quand il se trouvent face à l´obligation de choisir une carrière ou de décider leur avenir professionnel. Il faut analyser dans chaque cas ce qui est impliqué dans cette angoisse.

Dans le cas d´une jeune fille de 19 ans, qui souffrait visiblement d´une névrose grave, ce qui rendait difficile non seulement sa décision mais compromettait toute sa vie, il était nécessaire d´indiquer un traitement psychanalytique. Cependant, pour la situation dans laquelle elle se trouvait comme immigrante de province, si elle ne prenait pas la décision d´étudier, elle devait retourner (avec beaucoup d´angoisse) dans son pays. Cette situation personnelle demandait de travailler pour qu´elle puisse s´organiser pour pouvoir trouver une carrière ou un travail qui lui permettrait de se maintenir et de ne pas se précipiter dans le gouffre qui la menaçait. Pour ce faire, le premier objectif était donc de poursuivre ce processus d´orientation professionnelle. Le traitement psychanalytique pourrait venir plus tard.

Il a fallu dans ce cas travailler la variable temporelle dans ses dimensions conventionnelles. "Quand les classes commencent, quand arrive l´été", etc. Le temps vide chez cette jeune fille était source d´angoisse et de désespoir. Seul un traitement psychanalytique à long terme pourrait améliorer en qualité cette situation. Le processus d´orientation professionnelle lui a permis de s´organiser et de faire une dérivation à un traitement.

Paradoxes temporels.

C´est à la fin de l´école secondaire ,quand on sort de l´adolescence ou pendant celle-ci, que la séparation du noyau familial doit se produire, la sortie exogamique, afin de produire son propre espace. Ce que l´on peut appeler autonomie, indépendance, etc., doit être réalisé à un moment qui pourrait être caractérisé comme une anticipation par rapport aux propres recours. Pourquoi anticiper? La maturité, l´expérience, la connaissance nécessaires pour prendre des décisions bien évaluées pourraient se produire après l´effet que cette séparation a sur le sujet. On assisterait à un paradoxe – tel que ceux du voyage dans le temps en physique – si on attendait d´être dans les conditions psychiques telles que celles que l´on trouve quand une personne a déjà produit ces mouvements et ces ruptures.

Ceci n´empêche pas l´appréciation que le système éducatif et différents outils, comme l´orientation professionnelle dans ce cas, peuvent accompagner, aider et favoriser de tels choix et décisions. Cependant, ils auront définitivement les caractéristiques d´être initiatiques, inaugurantes, et c´est cette caractéristique qui donne à ces actions la valeur des moments cruciaux. Celles-ci s´accumuleront pour produire un sujet avec l´expérience, informé et doté de recours pour affronter le monde. Cela ne pourrait pas se produire avant de franchir ce pas et ce pas ne peut se faire que de façon initiatique. Ce pas ne peut contenir ce qui va être obtenu justement pour l´avoir produit.

C´est dans le terrain de cette situation paradoxale que l´on demande parfois à une personne de suspendre une décision jusqu´à ce que les conditions soient réunies pour la prendre, mais, très souvent, il s´agit de conditions qui ne s´obtiennent qu´après avoir pris les dites décisions. Beaucoup de parents et de jeunes demandent une assistance telle qu´elle pourrait annuler ce paradoxe, Si quelqu´un, à la place de l´orienteur ou de l´analyste, décide d´indiquer ou de prescrire une suspension d´actions et de décisions, il doit savoir clairement si la personne n´essaie pas de s´évader du problème. Nous ne parlons pas ici de situations d´ailleurs fréquentes et qui pourraient être réunies dans la phrase paradigmatique: "Je ne sais pas ce que je veux, mais je le veux maintenant". Nous ne parlons pas ici de ceux qui ne prennent pas le temps de s´informer et de penser, le temps d´un processus d´orientation professionnelle, par exemple. Nous faisons référence à une certaine tendance à essayer de trouver les conditions idéales pour produire une décision.

La valeur initiatique des décisions et des actions que peuvent prendre les jeunes a à voir avec un moment de la vie où les changements sont continus. Il s´agit d´un sujet qui est en train de s´organiser, de se construire. La valeur de l´expérience est fondamentale parce qu´il s´agit justement de l´expérience comme acte exogamique.Que ce soient des expériences amoureuses, de travail, d´études, de voyages, elles prennent la valeur des moments d´autonomie, de sortie sur le monde. Par conséquent, chaque décision qu´ils prendront, chaque expérience qu´ils réaliseront, construira progressivement en eux de nouveaux instruments et développera de nouveaux aspects et goûts. Nous citons ici Freud encore une fois:

"N´oublions pas que seule la propre expérience personnelle fait l´homme sage".

Le temps dans la décision.

Il existe une conception, qui vient d´Aristote en philosophie, au moyen de laquelle on considère que la manière convenable pour parvenir à une décision est à travers une séquence parfaitement raisonnée de tous ses pas, jusqu´à l´aboutissement à une conclusion correcte.

Cette raison idéale, qui pourrait calculer le moment adéquat pour réaliser une action ou pour prendre une décision, suppose aussi un sujet idéal pleinement constitué, possédant les outils pour effectuer cette délibération et, en plus, un monde de consistence stable qui conserve des caractéristiques de constance et de permanence, pour lesquels, alors que nous délibérons sur quelque chose qui va se passer, les variables de notre délibération ne se transforment pas. Il n´est pas inclus que le passage du temps transforme les matériaux de la délibération et par conséquent on ne pourrait jamais arriver à un moment adéquat, car celui-ci serait repoussé ad infinitum.

En orientation professionnelle on ne peut pas éviter cette considération du problème. S´il s´agit d´atteindre les conditions idéales pour prendre la décision, on n´arriverait à ce moment qu´avec un sujet adulte, presque sage (et ceci est aussi un idéal). Dans certains processus d´orientation professionnelle, les jeunes arrivent à un point où il est évident pour eux que c´est là leur problème. La prétention à une délibération éternelle à travers laquelle ils pourraient s´informer de tout et/ou se connaître pleinement eux-mêmes pour parvenir à une conclusion parfaite. Il se peut que, alors que cette situation est analysée, ils se rendent compte de ce qui leur arrive. Florence dit à un moment: "Mais alors, je devrais étudier toutes les carrières pour pouvoir me décider".

Cependant, ceux qui consultent sont des adolescents qui sont loin non seulement d´une certaine prétendue maturité, sinon d´avoir vécu des expériences, d´engranger suffisamment de connaissances pour que leur délibération soit étendue et consistante. C´est que la vie de chaque sujet se constitue à travers chaque instance, chaque processus, chaque décision prise. Ces décisions sont toujours prématurées. D´une part, donc, son succès ou son échec se confirmera dans l´avenir et, d´autre part, le jeune a besoin de les vivre pour pouvoir se constituer. En ce sens, les décisions sont toujours anticipées, en situation pour avancer et produire un événement qui modifiera le cours de l´histoire (même si elle est vécue comme retardée, différée, avec empressement). Nous croyons que les décisions ne peuvent pas être calculées, mais si le travail préalable pour pouvoir y parvenir. Mais ni l´orienteur ni le consultant ne peuvent prédire avec exactitude quand la décision sera prise. Il ne s´agit pas de penser la décision à partir de la spontanéité, sinon que, suite à un processus de travail, d´analyse, d´information, le moment de la décision survient, non pas par conséquence logique, calculée, sinon comme un acte qui surgit et surprend.

Quand on pense aux jeunes en tant qu´insuffisamment préparés pour prendre des décisions, c´est acceptable à la seule condition que l´on parle de leur insuffisance d´information et de formation ou leur manque de réflexion sur leur propre situation, mais en aucune façon penser qu´il est possible d´espérer une préparation suffisante pour que ces problèmes soient éliminés. Le temps de la formation est nécessaire. Il faut qu´ils prennent un temps pour penser, pour connaître, et se transformer dans cette connaissance. La perméabilité des jeunes est telle que chaque nouvelle information (connaître une carrière, visiter l´université, une expérience de travail) en démytifie une autre, abat un préjugé. Ce temps nécessaire pour connaître n´est pas comme si on ajoutait des éléments à un corps solide, sinon que le jeune se transforme en une chaîne de modifications qui ne peut pas être prévisible. Ce qui est prévisible, c´est la nécessité que cela arrive et de promouvoir des actions pour que cela arrive.

Comment pouvons-nous, alors, décrire la décision à partir de cette perspective?

Citons Antonia Soulez3:

"Décider, c´est l´esprit en guerre et en aucune façon une transition sans douleur du choix raisonné à l´acte".

Alors, la décision est le point que survient après avoir accédé à un point d´"indicibilité". C´est-à-dire qu´il faut prendre une décision quand on ne peut plus continuer à choisir, dans le sens de continuer à délibérer pour opter pour le meilleur.

Dislocation du temps dans la subjectivité.

"Comme d´habitude à New York, tout s´écroule avant que l´on ait eu le temps de s´y attacher4"

Il est évident que cette phrase sépare deux temps. Un, celui de la construction et de la destruction de quelque chose, en ce cas d´une grue démolissant des édifices. L´autre, celui de l´attachement, de l´affectivité. Et une rupture entre les deux. Pour s´attacher à quelque chose, il faut plus de temps qu´il n´en faut pour faire et défaire cette chose. Le temps des affections et celui des technologies sont désajustés, mal synchronisés.

Ce désajustement a pour fond un imaginaire partagé, pour lequel il existerait ou il devrait exister un ajustement entre le temps subjectif et le temps de l´Autre (ou le temps social, de la culture), qui a à voir avec l´illusion d´un même temps homogène, compact, que nous partageons tous. Il s´agit d´une consistence que le moi construit sur le temps, laquelle n´est pas sans avoir des conséquences dans la vie des gens.

Nous croyons au contraire qu´il existe toujours une inadéquation entre le temps subjectif, le temps tel qu´il est perçu par les sujets, et le temps Autre, celui que, par exemple, règlent les progrès technologiques, les temps politiques, les guerres, les économies, y compris le temps chronologique. Bien sûr, il y a des différences entre ces désajustements. Cela ne signifie pas que le temps chez les sujets circule sur une voie parallèle à un temps social ou biologique. Il s´agit d´une certaine dislocation, une inadéquation. C´est précisément pour la perception aiguë de cette inadéquation que l´on parle des temps vertigineux des changements.

Lorsque nous relisons des récits d´autres époques, où l´on discute des questions de changements entre générations, nous pouvons y trouver des traces de cette perception, de cette sensation de ne pas pouvoir assimiler les changements vertigineux qui sont en train de se produire. Les nouvelles générations semblent plus flexibles (pour les générations qui les précèdent) à "s´adapter" à des caractéristiques plus nouvelles de la culture de l´époque, à entrer en relation de manière différente avec les changements. Nous pensons que c´est une sensibilité liée au temps de la vie écoulée par laquelle, inévitablement, les nouvelles générations établissent des relations d´une autre manière avec ce qui est nouveau, qui, comme tel, présente une résistence à son incorporation et à son assimilation au temps de la subjectivité.

Le vertige suppose une position subjective claire d´être inadéquat à ce qui se passe entre le sujet (soumis au vertige) et le monde qui l´entoure. C´est l´expression de ce désajustement entre la propre gravité et la gravité extérieure. Quelque chose comme les multiples problèmes qui se produisent dans un organisme exposé à des conditions de gravitations inconnues à celles de la surface terrestre.

Le vertige est la sensation que l´on ne peut pas supporter en état d´équilibre ce qui nous entoure. Voici un indice d´un statut de la subjectivité, déphasée par rapport au champ de l´Autre. L´un et l´autre ne se recouvrent pas, ne s´ajustent pas, ne coïncident pas, ne s´attirent pas. Le problème, posé culturellement dans l´actualité, prend la forme que l´on observe, on prévient et favorise la possibilité de cette rencontre, que cette adéquation se produise bien que, paradoxalement, l´on avertisse de l´extrême difficulté dans cette rencontre.

"Si tu étudies telle carrière, dans telle université, si tu fais ceci ou cela, tu sera en "accord" avec les "temps qui courent". A mon avis, il s´agit d´un certain leurre qui, précisément, pour tous ceux qui croient en cette version, a pour conséquence un désajustement, un conflict et une souffrance encore plus grands, car ils courent après quelque chose qui court toujours un peu plus vite.

Bien que cette dislocation par rapport au temps ne peut pas être suturée, corrigée, réparée, dans le sens de sa structure, nous croyons que celui qui pourra, dans certaines occasions, supporter et surmonter cette inadéquation aura plus de recours contre ses effets dévastateurs imaginaires et réels, que celui qui essaie désespérément de s’ en débarrasser.

Même avec les outils d’analyse dont nous disposons actuellement (lisez psychanalyse dans notre cas) il est difficile de penser à une subjectivité qui ne se configure pas d’après les canons qui se transmettent et se modifient de génération en génération, à travers la dialectique identificatoire oedipienne. Cette dialectique implique la survivance de l’ancien dans chaque nouvel Oedipe, les traces des idéaux du passé dans la subjectivité des nouvelles générations.

Par conséquent, cette contrainte à s’accommoder aux "temps qui courent" ne fait que provoquer des courses folles qui, bien souvent, plongent les individus dans le paradoxe de Zénon. Nous croyons que, en orientation professionnelle, il s’agit d’organiser une stratégie qui contienne cette façon d’inclure la dislocation temporelle chez le sujet.

C’est par la perception d’une inadéquation que l’on ne finit pas d’accepter l’existence des innombrables activités qui essaient d’ajuster ce qui est désajusté; l’orientation professionnelle doit quelque chose de sa raison d’être à cette insistance.

Le temps de celui qui consulte

En orientation professionnelle il y a un temps pour lequel il faut prendre en considération l’urgence des délais nécessaires pour prendre une décision déterminée. Il y a un temps, comme on disait précédemment, qui va toujours être anticipé par rapport aux conditions pour parvenir à une décision optimale, car, en réalité, cette anticipation est nécessaire pour que la décision prenne la valeur de quelque chose qui laisse une trace en tant qu’expérience.

La décision, une fois prise et effectuée, modifie le sujet, et on ne pourra pas revenir au moment précédent. C’est pourquoi, quand quelqu’un qui est passé par un certain choix, par quelque décision importante, probablement manquée, commence un processus d’orientation professionnelle, on ne peut pas méconnaître la trace de cette expérience-là, car c’est à partir de là qu’il va choisir à nouveau. Très souvent, les jeunes arrivent après avoir initié plusieures carrières, travaillé, eu du temps inutile comme s’ils étaient des adolescents sans aucune expérience. Ils croient qu’il est possible d’être à table rase alors qu’ il y a déjà des marques à considérer.

A partir de cette perspective pour penser le temps, il devient nécessaire de tenir compte du moment vital de celui qui consulte. Le développement d’un processus d’orientation professionnelle n’est pas le même en dernière année de l’école sécondaire que celui de quelqu’un étant déjà passé par une expérience de décision. Une décision ratée ou conflictive, ou qui met en jeu la problématisation de cette décision va obligatoirement avoir lieu une fois celle-ci effectuée. Une décision met en jeu certaines variables qu’il faut analyser et puis survient le pari. Mais une fois le pari effectué, une fois que l’on a franchi ce pas, celui-ci s’insère dans le champ de l’expérience, et là, la symptômatisation peut surgir par rapport à la différence entre ce qui est attendu et ce qui est obtenu, ou par rapport à ce qui doit effectivement se mettre en marche. C’est là que surgissent des doutes, des inquiétudes, des conflits qui problématisent la décision prise, et c’est là que le travail devient différent. Le sujet n’est déjà plus le même, il est traversé par le manque, et se trouve probablement dans une position plus souffrante. Ceci peut donner lieu à une expérience d’analyse du conflit avec un engagement plus grand de celui qui consulte. Il est déjà passé par une expérience qui l’a marqué. Ces conséquences s’inscriront sous des formes différentes dans l’histoire de ce sujet. Il ne s’agit déjà plus de l’idée de ce qu’il va être, mais de ce qui a été effectivement parcouru. Et c’est là que la simptômatologie, qui surgit en fonction de la névrose de chacun à partir de ce que l’on a fait, peut apparaître plus clairement.

Le travail que l’on peut faire avec quelqu’un qui n’est pas encore passé par l’expérience de faire un pari lié à l’exogamie, à son indépendance, est très différent qu’avec celui qui en a déjà fait un. Avant que les dés ne soient jetés, il y a les illusions, les promesses, les expectatives. Ce qui viendra est pure imagination. Une fois que les dés sont jetés il y a les résultats, la déception, la satisfaction, l’analyse de ce qui s’est passé avec le tirage. Le sujet n’est déjà plus le même. Il est passé par l’ expérience.

C’est pourquoi le moment vital dans lequel celui qui consulte est installé est très important. Nous ne pensons pas ici à quelque chose de schématique comme l’âge chronologique, mais l’âge chronologique lié à l’expérience vitale du sujet. Naturellement, la référence qu’il suit les cours de terminale est une donnée importante. Il n’est pas encore diplômé, il n’a pas produit le passage vers une autre endroit, université ou quoi que ce soit, si l’on pense à la population type qui consulte.

En plus,l’orientation professionnelle a une limite de temps. On ne peut pas ne pas l’avoir, quoique j’estime qu’ il ne faut pas prescrire le temps de travail. Les consultations d’orientation professionnelle doivent aboutir à un moment de conclusion. Même si c’est de ne pas pouvoir décider en ce moment. Il s’agit d’une conclusion. Etudier, ne pas étudier,attendre, continuer d´y penser. C’est cela qui donne à l’orientation professionnelle le lieu d’un espace où le temps s’articule avec les urgences, contraintes et lenteurs du temps social, culturel. Car en orientation professionnelle on met en jeu l’articulation, parfois initiatique, du jeune avec le monde. Et alors, le sujet et le monde essaieront, tous les deux, de s’articuler aussi dans le temps.

Laisser un sujet livré à "son" temps subjectif, c’est se tromper quant à la manière dont la perception temporelle s’articule, nécessairement, par rapport à l’Autre.Dans le dispositif psychanalytique le temps est celui du transfert. Et bien qu’en orientation professionnelle il s’agisse d’un dispositif qui met en jeu le transfert, ce n’est pas comme dans l’analyse, où le temps du transfert est celui sur lequel se noue la mise en acte de la réalité inconsciente. Ceci demande, dans de nombreux cas, pas mal de temps pour que cela ait lieu.

Des alibis pour continuer à attendre

Mathieu est un jeune qui est passé par plusieurs choix de carrière. Aucune ne répondait à ce qu’ il voulait. Il dit qu’il est déprimé. Il a un travail qui le forme à la fois dans le terrain économique. Il ne l’aime pas. Il n’aime rien de ce qu’il fait. Ce qu’il aime est loin. Comme une promesse inaccessible.

Le cas de Mathieu est clair pour montrer comment toutes les actions du sujet se placent sur le compte de la découverte de l’objet de son désir. Mathieu est placé dans un temps où l’objet qu’il veut est toujours ailleurs et dans un autre temps de celui où, lui, il se trouve. Il participe d’un dénominateur qui est commun à beaucoup de jeunes. Ils sont dans l’attente qu’ apparaisse ce qui leur plaît, car à ce moment-là, vraiment, ils commenceront à vivre. Cet alibi dont ils n’ont pas encore trouvé "leur" objet les laisse dans l’attente de l’apparition, la trouvaille ou la rencontre avec ce qu’ils veulent faire. Et ceci retarde, freine et arrête la marche, quant à mettre en mouvement quelque chose qui puisse les confronter avec le manque. Ceci peut mener à ce que quand ils trouvent l’objet, celui-ci ne soit pas ce qu’ils supposent maintenant ou que, très souvent, il soit déjà passé par leurs mains, mais qu’ils ne l’avaient pas pris.

C’est la promesse de la rencontre avec l’objet de son désir qui symptômatise et fait glisser tout du côté de l’attente que cet événement se produise. Le sujet est dans l’attente5 et, par conséquent, arrêté par rapport à cette rencontre qui ne s’est pas "encore" produite. Et pour Mathieu, effectivement, l’aspect temporel ( chez chaque sujet la logique temporelle se structure d’après son organisation psychique), où le passé a été le meilleur - mais toujours une fois après qu’il est arrivé -, et le futur est la promesse, mais chaque fois plus difficile de soutenir, de la rencontre avec ce que, lui, il aime.

Le "encore" comporte l’illusion de la découverte de l’objet, fantaisie destinée à refuser la confrontation avec le manque, si bien que l’effort est destiné à arrêter ce qui menace de se produire tout le temps.

La castration serait, ici, le statut théorique de ce qui pour Mathieu sera, par exemple, se rendre compte qu’ il pourra seulement trouver les objets qui sont à sa portée chaque fois qu’il mesure les conséquences de ses actes. Par exemple, la carrière ne sera pas la meilleure, ni celle qui lui convient le plus. Le succès ne sera plus un tout pour le tout pour devenir, en tout cas, un but qui lui permette de parcourir un chemin.



L’attente de la rencontre de cette carrière qui lui promet satisfaction parce qu’elle lui plaît, récompense économique et pas trop d’effort, le place dans le ça peut "encore" arriver. Bien sûr, le passage du temps l’approche chaque fois plus de la possibilité de perdre cette illusion et c´est ce qui le fait se retourner sur ses pas et commencer à reconnaître combien ce qu’il a parcouru valait la peine dans le sens où c’était un chemin qu’il était en train de faire. Beaucoup de jeunes se trouvent confrontés avec ces désillusions et le passage du temps réussit à avoir sur eux l’effet de montrer qu’ils sont installés à soutenir une illusion, et que cela même les empêche de faire quelque chose en vue de ce qu’ils veulent.

Dans les demandes d’orientation professionnelle, cette promesse de la rencontre avec ce que l’on aime, avec sa vocation commme quelque chose d’unique et lointain qui, en général, arrive aux autres, c´est parfois l’alibi pour ne pas penser, analyser, réfléchir, choisir et décider sur l’objet, qui alors ne sera plus illusoire, comme dans cette rencontre mythique avec l’objet perdu, mais la rencontre avec quelque chose qui, à partir du symbolique, le mette à fonctionner comme sujet qui produit, désire et vit en prenant les objets du monde.



Le problème du temps dans la décision et sa relation avec le transfert.

Par des effets du transfert, condition d’une analyse, on suppose un savoir à un autre, un savoir qui peut anticiper ce qui surviendra, dans l’avenir, comme matériel d’analyse. Il faut cette illusion qui détruit des coordonnées conventionnelles du temps pour permettre l’ocurrence d’une analyse. Cette supposition est également nécessaire pour un processus d’orientation. Supposer un savoir à l’orienteur sur l’avenir de celui qui consulte.

Dans certains cas, c’est à la place du transfert qu´une précipitation s`impose dans la décision. On entend, parfois, qu’il prend la forme d’une demande urgente que quelque chose soit dit, que l’on réponde.

Au cours de certains processus d’orientation professionnelle, au moment où celui qui consulte ne peut pas prendre une décision, quand il n’y a pas de séquence logique qui fasse émerger la décision, quand on commence à se rendre compte que c´est ça la décision, parier sans plus, la figure de l’orienteur apparaît. On a remarqué dans beaucoup de cas que, si l’orienteur s’abstient d’indiquer ou de suggérer une décision, le jeune, se voyant confronté avec le fait qu’il ne lui reste plus qu’à décider, tourne le regard vers l’orienteur en espérant que celui-ci fasse quelque chose. On attend de l’orienteur un mot, un geste qui résolve ou donne des indices de cette décision. Comme il ne la trouve pas, car l’orienteur s’abstient, cette image de l’orienteur , qui tenait encore par un fil parce qu´il était encore le garant pour éviter la prise de la décision,tombe. Ceci, qui est singulier dans sa forme, mais que l’on peut voir dans presque tous les actes de prise de décision, est un moment où la figure de l’orienteur bascule pour celui qui consulte. Comme il ne s’agit pas d’une analyse, on ne peut pas déployer toute la fantaisie par rapport au transfert. Cette limite, qui est la limite avec l´analyse et une des différences les plus importantes que garde une consultation d’orientation professionnelle à quelqu’un qui, en plus, est psychanalyste, est la limite même de la demande. A la différence d’un traitement psychanalytique, quand dans le transfert surgit la possibilité de penser un peu plus au délà du besoin de prendre une décision (là se situerait la prescription freudienne de s’abstenir de prendre quelque décision que ce soit) en orientation professionnelle c’est quand on doit s´empresser à produire un acte.

Ceci arrive parce que, si effectivement on a pu arriver à construire un espace où parler de ses doutes par rapport au choix, et l’on a pu développer et déployer cette inquiétude, il y a, en effet, un moment, préalable à la prise de la décision du sujet, qui apparaît comme urgence, comme quelque chose qui ne lui appartient pas, à lui. "Il doit" décider.

Nous croyons que la clé de ceci réside dans le fait qu’il s’agit de la structure même de la prise de décision. Il s’agit d’une forme de devancer ce qui ne pourra venir d’aucune façon. C’est-à-dire, la décision mesurée, calculée et raisonnée de manière logico-formelle. Dans un pari subjectif comme celui de choisir une profession, s’il est vrai que l’on a l’intention de le faire comme pari personnel, les matématiques ne servent pas. Le compte n´y est pas. Les réflexions et les consultations ne suffisent pas ou, plus exactement, à un moment donné elles sont en trop. C’est là, quand cela devient évident, quand on en arrive à la certitude que l’on ne va pas tout connaître pour prendre la décision exacte, correcte, c’est là qu´un acte doit survenir, une prise de décision.

C’est pourquoi l’on dit que dans ces moments se produisent les situations les plus difficiles par rapport au transfert avec l’orienteur. L’orienteur tombe ici nécessairement comme celui qui pourrait assurer ou garantir que la décision ne sera pas cela, une décision singulière.

Ce sont des moments de panique, ce sont l’expression de cette inadéquation qui commence à se concevoir quand on est en train d’incuber l’urgence de la décision. C’est pourquoi ces moments-là sont aussi difficiles pour l´orienteur, parce que lui non plus, il ne peut pas les calculer. Il s’agit des moments qui surviennent de façon anticipée, ou l’on pourrait dire intempestivement à la succession espérable, pour l’orienteur et pour celui qui consulte. C’est pourquoi il est difficile d’occuper cette place sans tomber dans les technicismes de toute sorte d’orientation professionnelle ou sans essayer de suturer, mettre un point final à ces événements. Planifier un certain nombre de séances serait une manière de contrôler cela. Ça pourrait peut- être servir à travailler avec plus de tranquillité, mais il est probable que ces allers et retours, qui font les conditions du choix et le temps subjectif nécessaire pour le choix, ne puissent pas se développer dans le processus même d´orientation professionnelle.

(*) Publicado en la Revue de l´ACOPF (Association des Conseillers d´Orientation Psychologues - France). Vol. 63 Trimestriel – Nº 1. Janvier-Fevrier-Mars 2000. Paris, France. 2000. ISSN 0150 3758.

1 S. FREUD, Souvenirs, répétition et élaboration. Madrid, ll Biblioteca Nueva.
2 S. FREUD, Théorie Générale des névroses,XXVll, "Le transfert", Madrid, O.C.
3 Antonia Soulez, " De l´efficacité de l´acte: Causalité mentale ou loterie?". "Textes sur le Temps Logique", Cahiers de l´Ecole Lacanienne de Psychanalyse, Buenos Aires, 1992.
4 James Merrill, "An urban convalescence". Cité dans Marshal Berman, Tout ce qui est solide s´évapore dans l´air. L´expérience de la modernité, Madrid, Siglo XXl, 1988.
5 "La conception originale de l´attente comme antithèse authentique de l´activité (à la place de la passivité comme le voulait la raison) est ingénieuse...". Commentaire de J. Lacan du texte Le temps divisé, de E. Minkowski. Dans "Textes sur le Temps Logique", Cahier de l´école lacanienne de psychanalyse, Buenos Aires, 1992.

"EL CHICO QUE NO PODÍA ESPERAR". DE URGENCIAS, GARANTÍAS E INCERTIDUMBRES - Lidia Ferrari

Artículo publicado en el Cuaderno de Trabajo del Departamento de Orientación Vocacional Nro. 1. Departamento de Orientación Vocacional. Ciclo Básico Común. UBA. Oficina de Publicaciones CBC/UBA. Buenos Aires. Marzo de 2003.

El "chico que no podía esperar"

Matías es un chico de 17 años que dice, apenas comenzado su proceso de orientación vocacional. "Yo soy un chico que no puede esperar". Se puede analizar a partir de la construcción de dicha frase cierta posición en la que se encuentra Matías, equivalente a la de muchos adolescentes que producen ciertas afirmaciones respecto de sí mismos.

El momento de la consulta de orientación vocacional, al finalizar la escuela secundaria, es un espacio de litoral, de ancho borde por el cual transita alguien que comienza a preguntarse por sí mismo, a pensar en quién es y qué le pasa, cuáles son sus deseos, sus aspiraciones con elementos que muchas veces son referidos por el discurso de sus padres. En ciertos casos se puede ver claramente, en un intento de objetivarse, que hablan desde sus padres para poder decir algo sobre sí mismos.

Matías está haciendo una carrera en la UBA y como no le ha ido muy bien, piensa cambiarse de Universidad. En este tránsito, le faltan meses para terminar, su padre le sugiere que igual apruebe materias en la UBA. El padre, por lo visto, no quiere que pierda tiempo.

Por eso más adelante, después de haber andado un camino de interrogación a esta frase, dirá: "Mi papá quiere que estudie en el 2do. Cuatrimestre en la UBA ...es al cuete... ...quiere que lo haga. Yo quiero empezar de cero. Quiero hacer las cosas bien. No siento que perdí un año. No tengo apuro. Yo quiero esperar, empezar el año que viene de cero."

La frase: "yo soy un chico que no puede esperar"

¿Quién no puede esperar? El padre, sin duda. Un hombre mayor que no se ocupó de sus hijos mayores de su primer matrimonio. Ahora tiene tiempo para este hijo, pero le queda poco tiempo a él, quizá. La sintaxis "yo soy un chico que..." permite escuchar lo que a través de esa forma de construir la frase se dice.

Si fuera Matías el que enuncia una verdad sobre sí mismo se hubiera escuchado "no puedo esperar", Pero no se formula en primera persona, sino en una primera que habla de otra: "Yo soy" para luego decir "un chico que"... es ese chico el que no puede esperar.

En el enunciado se quiere decir algo que todavía no puede decirse con todas las letras, pero que logra darse un lugar. ¿Quién es ese "chico" que no puede esperar? ¿Quién es ese "chico"? Matías se muestra ansioso pero en esa frase logra enunciar que no está claro qué o quién lo pone ansioso.

Si separamos esa frase tenemos:

1. "Yo soy un chico...". Aquí enuncia que es un chico, se asigna un ser que lo sustancializa en el niño de la infancia, un ser "chico". Para lo que quería decir, hacer notar su urgencia o su no poder esperar no necesitaba enunciarse como un chico. Se considera un chico, pero no sabemos para quien.
2. "... que no puede esperar". Se afirma en la construcción anterior. La desinencia verbal hace referencia a una tercera persona que es "ese chico". A través de la sintaxis, se cuestiona el sujeto. Si es cierto que no puede esperar, ¿quién es el sujeto que no puede esperar?: ¿Matías o ese chico? Vemos a través de esta forma de enunciarse que Matías no logra hacer una afirmación respecto de sí mismo. Es un momento donde se pone en duda su ser. ¿Es o no un chico para sí mismo? ¿ Para quién es un chico? ¿Quién no puede esperar? ¿Alguien no puede esperarlo a él?. Todos estos interrogantes se abren y florecen a partir de su enunciado, en un proceso donde alguien lo puede escuchar.

Cierta forma de construir estas frases son paradigmáticas en la adolescencia, en cierto recorrido que debe hacer ese sujeto que sujetado aún, libra batallas por la desujeción. Que todavía habla en nombre de otros sobre sí mismo. Que todavía ignora si lo que le pasa a él, le acontece o no... Muchas experiencias de orientación vocacional o de análisis con adolescentes permiten escuchar este titubeo, esta duda, ese margen de confusión, donde ser hablado por los padres es correlativo a hablar de sí como de otro.

Por supuesto que Matías, como todos nosotros, cuando habla muestra la ruptura que existe en los distintos planos del mensaje. Una cosa es el enunciado y otro lo que se enuncia a través de él. Todo enunciado separa al sujeto que lo produce.

De algún modo el sujeto está separado de su mensaje. Si bien la enunciación nunca es enunciada, en lo que se dice se puede escuchar lo que se quiere decir, en los mismos pliegues del enunciado.

Matías en esa forma de construir un enunciado puede hacer oír algo que ni él mismo sabe qué es.

Es una frase ambigua. Hay un yo que Matías no puede pronunciar, el de hablo por mí mismo. Como ocurre con el idioma español, que permite al sujeto que habla hacer desaparecer el Yo, en tanto, lo que sostiene la persona es la desinencia del verbo: hablo, puedo, espero. Matías podría decir sin más "no puedo esperar". El que habla no necesita nombrarse pues en la conjugación del verbo está incluída la persona. El "hablo", el "no puedo esperar" no necesita de un sujeto que se enuncie, sólo de que alguien lo diga y se sostenga en ese enunciado.

Cuando se debe duplicar el sujeto, en el pronombre y en la desinencia del verbo, cuando es necesario enfatizar el sujeto, como en este caso, podría decirse que el sujeto todavía no sabe cómo enunciarse..

Matías está en la frontera. Es alguien que todavía se nombra como chico, para decir algo que no está claro si le pertenece o no. No sabemos si Matías se considera un chico todavía, o es el chico de sus padres.

"Yo soy un chico que no puede esperar" es un esfuerzo por hablar en nombre propio que no se logra.

Quizá es necesario para Matías esa forma de enunciar lo que le pasa, pues no está claro que él quiera decir "yo no puedo esperar". Por otro lado, el enunciado que lo implicaría verdaderamente en su decir sería el más enfático "no puedo esperar". Cuando alguien está cansado de esperar o sabe que no va a esperar dice, con énfasis: No puedo esperar, y abre la puerta y se va. No necesita nombrarse como sujeto, pues se lo sobreentiende en el énfasis de la frase. ¡No puedo esperar!.

Matías puede esperar, de hecho lo desea... desea que ese que lo apura lo deje tranquilo pero no sabe aún que ese es otro y no es él. No ha podido articular aún qué y quién lo apura... Enunciar en este momento que él tiene tiempo, que el apurado es el padre e interrogar quién no tiene tiempo, eso es crucial en este proceso de orientación vocacional.

Por eso más adelante dirá. "Mi papá quiere que estudie en el 2do. Cuatrimestre en la UBA... Yo quiero empezar de cero... No siento que perdí un año. No tengo apuro. " Y aquí sobreviene una frase que ahí sí, no necesita hacer ninguna construcción, ni enfatizar el sujeto ni decir de la acción en tercera persona. No tengo apuro, es una frase simple, clara y donde Matías enuncia una verdad para él en ese momento. Comenzó diciendo, de forma ambigua, que era un chico que no podía esperar. Llega a afirmar de forma clara y precisa que no tiene apuro.

Matías está haciendo el CBC en la UBA y se quiere cambiar a una privada, por un montón de razones. El padre le plantea que, mientras se muda a otra Universidad, no pierda tiempo y rinda materias.

Matías, por el contrario, está decidiendo comenzar en otra Universidad, el año que viene. Poder afirmar esto y poner en diferencia lo que quiere él de lo que quiere el padre lo tranquiliza. Necesita afirmar esto para pensar tranquilo.

Aquí deja de ser el chico, deja de ser el yo y deja de hablar de sí en tercera persona. No tengo apuro le pertenece. Soy un chico que no puede esperar es prestado.

Pero se sabe, esa diferencia entre yo y el otro nunca es diáfana, absoluta. Por el contrario, en ese amplio margen, la urgencia que es del otro también le pertenece. Recién cuando puede enunciar "no tengo apuro" se le aparece a él su posibilidad de esperar. Nunca antes, porque la ansiedad le pertenecía tanto como al padre.

Tener o no tener tiempo... poder o no esperar... El tiempo aquí se relaciona con esos tiempos subjetivos, neuróticos que apresuran y esos otros tiempos, el de la universidad que, en este caso, le da chance de esperar. No se trata ahora de que no puede esperar sino de que quiere esperar.

De certezas y garantías

Pero Matías viene con otras urgencias, no sólo la del tiempo.

En el transcurrir temporal es cuando se deben realizar las cosas, las actividades.

Para Matías el proceso de orientación vocacional también es el lugar donde se imagina que alguien puede decirle lo que él debe hacer. La orientación vocacional es el lugar donde se plantea el imperativo de tener la certeza de qué hacer.

Este qué hacer no es el de la desorientación, el qué hacer de la pregunta que pone a andar el desconocimiento, la desinformación, la exploración por los propios gustos y habilidades. El qué hacer es una pregunta imperiosa en búsqueda de respuestas para Matías. ¿Qué respuestas? Por supuesto confirmar qué carrera seguir. Pero en primerísimo lugar saber en qué universidad estudiar. La carrera debe ser la adecuada para él, pero la universidad debe ser la mejor. Como de dinero no se trata no importa el precio. Parece que no hay límites. Estudiar en la mejor universidad es la garantía de algo. La necesidad de saber cuál es la mejor universidad pone a andar una serie de reflexiones sobre un fondo angustiante que tiene la necesidad de una respuesta. A poco de andar, como pasa casi siempre, se encuentran los límites de la pregunta. Tal universidad no porque es muy elitista, tal universidad no porque es caótica, tal universidad no porque..., y a la pregunta por la mejor universidad desde una perspectiva ilimitada se llega a que ya tiene el nombre de la universidad. Porque no quiere estudiar en una universidad muy exigente, ni en una pública, ni en una... Matías ya dispone de la respuesta, desde los límites que le imponen sus propias exigencias y prejuicios: no debe ser de tal modo, debe ser de tal otro, entonces ya no se trata de la mejor universidad.

Las urgencias muchas veces van de la mano de la necesidad de garantías. Que alguien garantice que esa va a ser la mejor universidad o la mejor carrera o la mejor elección o el mejor destino. Como el orientador vocacional no puede garantizarlo esto permite hacer evidente la urgencia o hacer notar ese pedido de garantías absurdo en la medida de que falta muy poco para darse cuenta de la posición en la que se ubica quien sólo puede pedir eso. Muchos procesos de orientación vocacional dan lugar a que alguien a partir de ahí se pueda ubicar en otra posición y comience a pensar lo que quiere hacer más desprendido de mandatos y urgencias parentales y/o propias. Otros, llegan al punto de esa evidencia y quizá, como Matías, se dan cuenta que ya han hecho una elección. La universidad ya la tiene elegida, no por ser la mejor, sino porque los límites que tiene él mismo frente a su selección, le deciden la opción. No está claro que esa sea su carrera, pero sí que hasta allí llegó para poder pensar... La decisión, lo hemos dicho en otra oportunidad, sobreviene, acontece. Quizá aquí no se hace una apuesta comprometida sino la apuesta que hay que hacer cuando se deben tirar los dados que tenemos en la mano cuando ya todos los demás han arrojado los suyos.

Pedido de garantías y pedido de ayuda en un mundo inseguro

En el caso de Matías está claro un pedido de garantías imposible de satisfacer, que viene del lado de sus padres y de él mismo.

En el marco de la seguridad de lo familiar se abre, para todo adolescente, el mundo con sus incertidumbres e inseguridades. En sus 17 o 18 años los adolescentes comienzan a enfrentarse con la relación con un mundo que hasta ahora era mediatizado y suavizado a través de sus padres.

En un momento como el actual, el mundo se abre, se ofrece con muchas incertidumbres o, para situar lo que queremos comentar, ofrece bastantes certezas de pesares e incertidumbres. Es necesario pensar que las incertidumbres por el futuro han sido siempre esas que tiene todo sujeto por el hecho de que no se puede predecir lo que vendrá. Esta es una época en la que circulan ciertas certezas acerca de la desocupación, de la inestabilidad económica, de la creciente exclusión social, todas ellas certidumbres de estar en un momento de rigor y de pesar socio económico y cultural. Esto hace que, no necesariamente, toda persona preocupada, angustiada y en búsqueda de respuestas a las preguntas a veces intolerables sobre su futuro esté sustentada por una búsqueda de garantías que no existe. Por el contrario, así como se pueden ver casos como el de Matías, donde hay una exigencia explícita de garantías, también en una amplia mayoría los jóvenes se encuentran con la necesidad de la exploración para la previsión, para poder realizar las acciones que liguen el destino que se quiere tener con la propia voluntad y no con el azar o los designios de los ministros de economía o de los fondos de inversión. Esa necesidad de buscar, explorar, investigar y querer seguridad respecto a los pasos que se dan, conducen a las consultas de orientación vocacional a más padres que antes. Se ven más padres preocupados, consultando y acompañando a sus hijos. Es necesario aclarar que nuestra forma de trabajo no incluye directamente el trabajo con los padres, salvo excepciones, pues consideramos que muchos procesos de orientación vocacional deben hacerse en un marco de cierta separación del ámbito familiar. En una gran proporción, el proceso de orientación vocacional es el primer ámbito por fuera de la escuela, la familia y los amigos donde se puede hablar y reflexionar sobre temas cruciales como la construcción del propio destino.

Por estas razones se puede entender que en este momento concurran y acompañen los padres a sus hijos más que en otros momentos. Podríamos pensar que hace 30 o 40 años los padres estaban preocupados por el futuro de sus hijos, pero no era tan angustiante y amenazante como el de ahora. Tampoco esos hijos querían saber nada con que sus padres los acompañaran pues la independencia y la autonomía eran lo más importante para ellos1. La posibilidad de arreglárselas solos era clara y cierta. Había cierta seguridad de que se obtendría trabajo. Había seguridad de que habría otros lugares de acogimiento y seguridad aparte de la propia familia. Son los mismos jóvenes –en su diferencia- que no querían ser acompañados por sus padres los que hoy aceptan su compañía. No son necesariamente chicos vulnerables y dependientes. Todos están advertidos que la situación es difícil y se unen con sus padres para tratar de tener más herramientas para enfrentar la realidad. Esta situación no debe confundirse con el pedido de garantías –aunque muchas veces se mezclen- del caso de Matías. El pedido de garantías se eleva hacia un Dios omnipotente o hacia un campo de certezas difícil de hallar, algo que sustenta la necesidad de dar pasos seguros, de evitar rutas peligrosas, de eludir angustias.

En orientación vocacional es necesario poder discernir, en eso que aparece confundido, cuando se trata de un proceso que le puede allanar, facilitar, ayudar a construir un camino con un poco más de seguridad y cuándo, a través del pedido de orientación vocacional está el pedido de garantías para no equivocarse, para el éxito asegurado, para la ausencia de conflictos y sinsabores.

Destacamos entonces la diferencia que existe entre esos pedidos de garantías con esos llamados para aumentar la confianza, para conocer más el camino, para unirse con otros en la travesía. El pedido de garantías es urgente e imperativo, no da lugar a la vacilación o al no saber. El pedido de ayuda es la necesidad de la construcción con otros de un destino que no es sólo singular.

El pensamiento angustioso por el futuro surge cuando éste se ve amenazado. Cuando el futuro se visualiza promisorio el sujeto está más tranquilo construyendo su presente.


(*) Artículo publicado en el Cuaderno de Trabajo del Departamento de Orientación Vocacional Nro. 1. Departamento de Orientación Vocacional. Ciclo Básico Común. UBA. Oficina de Publicaciones CBC/UBA. Buenos Aires. Marzo de 2003. ISBN 950-29-0707-8.

1 Queda para otro trabajo el desarrollo de la incidencia en los ideales en los jóvenes de hoy, los ideales paternos. Muchos jóvenes aún sostienen ciertos ideales de independencia y autonomía que, si bien son deseos genuinos que encuentran obstáculos en la realidad, también pueden ser ideales que en su faz superyoica inmovilicen, inhiben y desorienten a quien tiene que comenzar a construirse un camino. Esos ideales de independencia ni bien terminan la escuela secundaria, en algunos casos, alimentan un sentimiento de fracaso por la dificultad en su realización.

EL TIEMPO, PSICOANÁLISIS Y ORIENTACIÓN VOCACIONAL - Lidia Ferrari

El tiempo en psicoanálisis es el tiempo del deseo. Un tiempo por fuera de ritmos biológicos o convenciones sociales. El tiempo del deseo es radicalmente un tiempo ligado a la construcción libidinal del sujeto y a los efectos paradojales y contradictorios del tiempo en el inconciente. Se ha dicho que el inconciente es atemporal. Es preciso aclarar que no se trata de que el inconciente esté por fuera del tiempo, sino que ignora las coordenadas espacio-temporales de la conciencia, de la vigilia, de la convención. En este trabajo, dedicado al tema del tiempo como uno de los aspectos cruciales en los procesos de orientación vocacional, no podemos desligarnos de la consideración psicoanalítica del tiempo. Pero no para aplicarlas sin más sino para situar intersecciones y diferencias. El síntoma en el análisis se trata de una huella de algo que sólo será significado en el futuro, aunque esa huella lo sea del pasado. Como dice Lacan: "Lo que vemos bajo el retorno de lo reprimido es la señal borrosa de algo que sólo adquirirá su valor en el futuro, a través de su realización simbólica, su integración en la historia del sujeto. Literalmente, nunca será sino algo que, en un momento determinado de realización, habrá sido"… El tiempo es irreversible. Siempre se avanza en la línea del tiempo. El discurso también es irreversible. Pero ese avance hacia el futuro va produciendo al pasado, lo significa y lo resignifica. Se trata, en psicoanálisis de paradojas continuas en relación al tiempo. El pasado no es lo que fue, sino lo que puede llegar a ser retroactivamente. En el análisis se irá produciendo un pasado en nuestro viaje al futuro. Vamos a trabajar distintos tópicos en los cuales aparece el problema del tiempo y sus diferentes abordajes. 

 Los momentos adecuados para una decisión 

Veamos algunas prescriptivas para el análisis que permiten ubicar diferencias en el manejo del tiempo en los procesos de orientación vocacional. Dice Freud: "La mejor manera de proteger al enfermo de los daños que puede acarrearle la ejecución de sus impulsos es comprometerle a no adoptar durante el curso del tratamiento ninguna resolución importante (elegir carrera o mujer, por ejemplo) y a esperar para ello el momento de la curación. Al mismo tiempo, respetamos la libertad personal del paciente en cuanto sea compatible con estas precauciones; no le impedimos la ejecución de propósitos poco trascendentales, aunque se trate de evidentes simplezas y no olvidemos que sólo la propia y personal experiencia hace al hombre sabio. Hay también casos en los que nos es imposible disuadir al sujeto de acometer una empresa totalmente inadecuada a sus circunstancias y que sólo mucho después van madurando y haciéndose asequibles a la elaboración analítica1" "Puedo, además, aseguraros que estáis en un error si creéis que aconsejar y guiar al sujeto en las circunstancias de su vida forma parte de la influencia psicoanalítica. Por el contrario, rechazamos siempre que nos es posible este papel de mentores, y nuestro solo deseo es el de ver al enfermo adoptar por sí mismo sus decisiones. Así, pues, le exigimos siempre que retrase hasta el final del tratamiento toda decisión importante sobre la elección de una carrera, la iniciación de una empresa comercial, el casamiento o el divorcio. Convenid que no es esto lo que pensabais. Sólo cuando nos hallamos ante personas muy jóvenes o individuos muy desamparados o inestables nos resolvemos a asociar a la misión del médico la del educador. Pero entonces, conscientes de nuestra responsabilidad, actuamos con todas las precauciones necesarias.2 " No nos interesa aquí debatir la validez o no de estas prescripciones en el interior del análisis. Pero sí nos pueden ser útiles para ver la relación entre la neurosis y la posibilidad de tomar decisiones importantes para la vida del sujeto. En muchos casos de demanda de orientación vocacional en las cuales uno puede observar una fuerte complicación neurótica es necesario delimitar correctamente cuándo es necesario indicar un tratamiento y dejar el proceso de orientación vocacional, y cuándo, aún en casos delicados es conveniente su desarrollo. En primer lugar, la observancia de Freud indicando el cese de acciones comprometidas para la vida del paciente se hacía en un contexto donde no sólo se trataba de la gravedad del caso, sino que la frecuencia y el tiempo del tratamiento no eran los actuales. El análisis comprometía como hoy un espacio psíquico central en la vida del sujeto, pero, además, inundaba las actividades cotidianas. Se suspendían muchas actividades en pos del tratamiento, y por lo tanto, la suspensión de esas decisiones importantes tenían la expectativa de una modificación subjetiva en un relativo corto plazo. Si bien la prescripción de indicaciones de suspender decisiones importantes tendrán que ver con la marcha singular de cada análisis, lo que queremos aquí es relacionar estas reglas con aquello de lo que se trata la orientación vocacional. Si en el caso de Freud se trataba de indicar que no se tomaran estas decisiones "todavía" eso estaba ligado a considerar que en las condiciones del paciente esas decisiones no serían apropiadas. En realidad él hablaba de una derivación hacia la motilidad de las pulsiones que en todo caso tenían que rememorarse en el análisis. La orientación vocacional es una práctica que pone como objetivo esta toma de decisiones. Esto nos ilustra la importancia que tiene el compromiso neurótico en las decisiones. La prescripción de evitarlas no es sino el intento de resguardar al paciente de que emprenda y comprometa su vida con actos ligados a la compulsión y a la enfermedad. Es aquí donde nos queremos detener en nuestro análisis. Los procesos de orientación vocacional, en general, son demandados en determinado momento de la vida del sujeto. Su adolescencia. Tenemos ahí la prueba más contundente que la vida de los seres humanos transcurre entre paradojas y contradicciones. Justo en el momento menos adecuado para realizar decisiones (casi como un enfermo grave) es cuando hay que tomarlas. Nos vamos a dedicar a este punto más adelante. En orientación vocacional, por el contrario, se trabaja para poder producir una decisión. Si bien la categoría de decisión definitiva o para toda la vida debe dejarse de lado, no es menos cierto que se trata de llegar a tomar decisiones comprometidas. Pese a ello es claro que se trabaja en pos de ello. ¿Sólo los casos menos neuróticos podrán decidir? ¿Sólo las personas relativamente sanas podrán elegir? ¿Será necesario suspender la elección profesional hasta tanto se produzcan algunos efectos debido a un tratamiento analítico? Si bien estas preguntas son de orden general, y como tales, implican respuestas también generales, no es ocioso aclarar que habrá que situarse en cada caso singular. Sin embargo, sigue siendo válido pensar que en muchos casos donde podría haber surgido indicaciones tales como: suspenda toda decisión, comience un tratamiento analítico y luego se verá, pueden llegar a ser contraproducentes. En muchos casos hay que evaluar el costo que tiene para el sujeto suspender toda decisión. El poder emprender algo, aún a riesgo de equivocarse, en muchos jóvenes los pone en marcha, y ese ponerse en marcha es crucial para ellos. Muchos jóvenes están angustiados frente a la tarea de elegir una carrera o de decidir su futuro ocupacional. Es necesario analizar en cada caso lo que está comprometido en su angustia. En un caso de una joven de 19 años que claramente padecía una neurosis grave y que esto obstaculizaba no sólo su decisión sino su puesta en marcha para la vida, se hacía necesario indicar un tratamiento analítico. Sin embargo, por la situación en la que se encontraba: inmigrante del interior, si no se decidía por estudiar debía volverse (con mucha angustia y sin una clara elección) a su pueblo. Esta situación personal hacía necesario trabajar para que pudiera organizarse en el sentido de encontrar alguna carrera, estudio o trabajo que le permitiera sostenerse y no precipitarse en un derrumbe psíquico, para lo cual el objetivo primero era seguir en ese proceso de orientación vocacional. El tratamiento analítico podría venir luego. Aquí fue necesario considerar la variable temporal en sus dimensiones convencionales. Cuándo comienzan las clases, en qué momento llega el verano, etc. El tiempo vacío en esta joven era fuente de angustia. Un tratamiento sólo a largo plazo podría mejorar cualitativamente su situación. El proceso de orientación vocacional le permitió organizarse y culminó con una derivación a un tratamiento. Paradojas temporales. Es en el momento de la salida de la escuela secundaria, cuando se sale de la adolescencia o durante su transcurso que debe producirse el despegue del núcleo familiar, la salida exogámica para poder producir un propio espacio. Esto que puede ser llamado autonomía, independencia, salida al mundo, etc. se debe realizar en un momento, que podría caracterizarse como anticipado respecto de los propios recursos. ¿Porqué anticipado? La madurez, la experiencia, el conocimiento necesarios para tomar decisiones bien sustentadas se podrían producir luego del efecto que tiene sobre el sujeto esa separación. Se asistiría a una paradoja tal como las del viaje en el tiempo en la física si se esperara estar bajo las condiciones psíquicas tales como las que se encuentran cuando alguien ya ha producido esos movimientos y esas rupturas. Esto no invalida la apreciación de que el sistema educativo y las diferentes herramientas, como la orientación vocacional en este caso, pueden acompañar, ayudar y favorecer tales elecciones y decisiones. Sin embargo, definitivamente ellas tendrán la características de ser iniciáticas, inaugurantes que luego dará a esas acciones el valor de momentos cruciales, ellas se sumarán para producir un sujeto con experiencia, informado y con recursos para enfrentar el mundo. Esto no podría ocurrir antes de dar ese paso, y no se puede dar ese paso sino iniciáticamente. Ese paso no puede contener lo que se va a obtener justamente por haberlo producido. Es en el terreno de esta situación paradojal donde a veces se pide suspensión de una decisión a alguien hasta tanto se encuentre en condiciones de tomarla, pero, muchas veces, se trata de condiciones que sólo se obtienen después de haber tomado dichas decisiones. Creo que en muchos casos hay desde los padres, desde el contexto, demandas de una asistencia tal que se pudiera anular esta paradoja. Y muchos jóvenes demandan asistencia para ello. Si alguien en el lugar de orientador o de analista decide indicar o prescribir suspensión en acciones y decisiones debe tener en claro si no está intentando poder anular esta paradoja. No nos referimos aquí a situaciones por demás frecuentes y que podrían reunirse en la frase paradigmática: No sé lo que quiero, pero lo quiero ya. No estamos hablando aquí de aquellos que no se toman tiempo para informarse y pensar, el tiempo de un proceso de orientación vocacional, por ejemplo. Nos estamos refiriendo a un cierta tendencia a tratar de encontrar las condiciones ideales para producir una decisión. El valor iniciático de las decisiones y acciones que tomen los jóvenes también es producto de que se trata de un momento donde los cambios son continuos. Se trata de un sujeto que está organizándose, constituyéndose. El valor de la experiencia es fundamental porque justamente se trata de la experiencia como acto exogámico. Ya sean experiencias amorosas, laborales, de estudio, de viajes, toman el valor de inaugurar momentos de autonomía, de salida al mundo. Por lo tanto cada decisión que tomen, cada experiencia que realicen irá construyendo en ellos nuevas herramientas y desarrollará nuevos rasgos y gustos Aquí es donde podemos citar nuevamente a Freud: "no olvidemos que sólo la propia y personal experiencia hace al hombre sabio". El tiempo en la decisión. Existe una concepción, que en filosofía viene de Aristóteles, a través de la cual se piensa que la deliberación razonada es la que conduce a la acción. Se piensa que la forma adecuada para llegar a una decisión es la de una secuencia perfectamente razonada y conciente de todos sus pasos hasta la culminación en una conclusión correcta. Esta razón ideal que podría calcular el momento adecuado para realizar una acción o para tomar una decisión, supone también un sujeto ideal plenamente constituido que tiene las herramientas para llevar a cabo esa deliberación y además, un mundo con cierta consistencia estable en el sentido que conserva características de constancia y de permanencia, por la cual, mientras estamos deliberando sobre algo que va a ocurrir las variables de nuestra deliberación no se han transformado, porque sino, nos encontraríamos con un problema no incluido en la deliberación. El paso del tiempo transforma los materiales con que deliberamos y por lo tanto nunca se podría llegar al momento adecuado, porque este se correría ad infinitum. Por eso en una consulta de orientación vocacional no se puede eludir esta consideración del problema. Si se trata de alcanzar las condiciones ideales para tomar la decisión pensemos en que sólo ese momento llegaría con un sujeto adulto, casi un sabio. En varios procesos de orientación vocacional los jóvenes llegan a un punto donde se les hace evidente que su problema es ese. La pretensión de una deliberación eterna a través de la cual pudieran informarse de todo, saber sobre todo, para poder llegar a una conclusión óptima. Ellos mismos, mientras se analiza su situación, se dan cuenta de lo que les pasa. Florencia dice en un momento: "Pero entonces tendría que hacer todas las carreras para poder decidirme". Sin embargo, los que consultan son adolescentes que lejos están no sólo de alguna pretendida madurez, sino que están muy lejos de poder haber transitado experiencias, albergar conocimientos como para que su deliberación sea amplia y total. Es que la vida de cada sujeto se constituye a través de cada instancia, de cada proceso, de cada decisión tomada. Y estas decisiones son siempre prematuras en cuanto no sólo se confirmará o no su éxito o fracaso en el futuro sino que serán siempre prematuras porque el joven necesita atravesarlas para poder constituirse. En ese sentido siempre una decisión estará anticipando, en situación de avanzar y producir un acontecimiento que modificará la línea de la historia (aunque sea vivida como retardada, demorada, apresurada). Creemos que las decisiones no son calculables aunque sí el trabajo previo para poder llegar a ella. Pero un orientador ni el que consulta pueden predecir exactamente cuándo se tomará la decisión. No estoy diciendo que se puede decidir desde la espontaneidad, sino que luego de un proceso de trabajo, de análisis, de información, el momento de la decisión sobreviene, no por consecuencia lógica, calculada sino como un acto que irrumpe y sorprende. Cuando se dice que los jóvenes no están suficientemente preparados se trata de que no están informados, de que no han sido formados convenientemente, que tienen que reflexionar sobre su situación, pero no se puede entender con esto que se esté diciendo que es posible esperar una preparación suficiente para que se eliminen estos problemas. Es necesario el tiempo de la información. Es necesario que se tomen un tiempo para pensar, para conocer y en ese conocimiento transformarse. La permeabilidad de esos jóvenes es tal que cada información nueva (conocer alguna carrera, visitar la universidad, una experiencia de trabajo) desmitifica otra, derriba un prejuicio. Ese tiempo necesario para conocer no es como si se agregara elementos a un cuerpo sólido sino que el joven se transforma y en una cadena de modificaciones que no pueden ser predictible. Lo que sí se puede predecir es su ocurrencia, la necesidad de que esto ocurra y promover acciones para que ocurra. ¿Cómo podemos, entonces, describir a la decisión desde esta perspectiva? La decisión es el punto que adviene después que se ha accedido a un punto de indecibilidad. Esto quiere decir que hay que tomar una decisión cuando no se puede elegir, en el sentido de deliberar y optar por el mejor. Citamos a Antonia Soulez3: "Decidir es el espíritu en guerra y de ningún modo una transición sin dolor de la elección razonada al acto". Dislocación del tiempo en la subjetividad "Como de costumbre en Nueva York, todo se derriba antes que hayas tenido tiempo de tomarle cariño".4 Se hace evidente que esta frase está separando dos tiempos. Uno el de la construcción y destrucción de algo, en este caso se trata de una grúa demoliendo edificios. Otro tiempo el del cariño, el del afecto. Y un desajuste entre ambos. Para tomarle cariño a algo es necesario un tiempo mayor del que toma hacer y deshacer ese algo. El tiempo de los afectos y el tiempo de las tecnologías están desajustados, mal sincronizados Este desajuste, tiene como fondo, un imaginario a través del cual existe una percepción compartida por la cual existiría un ajuste entre el tiempo subjetivo y el tiempo del Otro (o el tiempo social, de la cultura), que hace a la ilusión de un mismo tiempo, un tiempo homogéneo, compacto que compartimos todos. Se trata de una consistencia que el yo construye sobre el tiempo y que no deja de tener consecuencias en la vida de las personas. Creemos, por el contrario, que siempre existe una inadecuación entre el tiempo subjetivo, el tiempo tal cual es percibido por los sujetos y el tiempo Otro, aquel que, por ejemplo, pautan los avances tecnológicos, los tiempos políticos, las guerras, las economías, inclusive el tiempo cronológico (que también es una creación humana). Obviamente hay diferencias entre estos desajustes. No quiere decir que el tiempo en los sujetos corra por un carril paralelo a un tiempo social o biológico (estamos pensando el tema del tiempo social). Se trata, a mi modo de ver que hay una cierta dislocación, una inadecuación. Es precisamente por la percepción de esta inadecuación que se habla de los tiempos vertiginosos de los cambios. Sin embargo, cuando vamos a relatos históricos de otras épocas, en todas las generaciones se pueden encontrar huellas de esta percepción de no poder absorber los cambios vertiginosos que se produce. Las nuevas generaciones parecen más flexibles (para las generaciones que las preceden) a 'adaptarse' a esos tiempos más acelerados. Creemos que se trata de una sensibilidad ligada al transcurso de la vida por lo cual, inevitablemente, las nuevas generaciones son las que producen lo novedoso, que, como tal, ofrece resistencia a su incorporación y a su asimilación al tiempo de la subjetividad. El vértigo supone una posición subjetiva clara de estar inadecuado a lo que ocurre entre el sujeto (sumido en el vértigo) y el mundo que lo rodea. Es la expresión de ese desajuste entre la propia gravedad y la gravedad externa. Algo así como los múltiples problemas que se producen en un organismo expuesto a condiciones gravitatorias extrañas a las del suelo terrestre. El vértigo es la sensación de que no se puede soportar en estado de equilibrio aquello que nos rodea. He ahí un indicio de un estatuto de la subjetividad, desfasada respecto del campo del Otro. Uno y otro no se recubren, no se ajustan, no coinciden, no se corresponden. El problema, planteado culturalmente en la actualidad, toma la forma de que se advierte, se avisa y se promueve la posibilidad de que este encuentro, que esa adecuación se produzca. Si estudiás tal carrera, en tal universidad, si hacés esto o lo otro, estarás de 'acuerdo' a los "tiempos que corren". A mi modo de ver se trata de un engaño que, precisamente, para aquellos que creen en esa versión, tiene como consecuencia un mayor desajuste, conflicto y sufrimiento, porque corren detrás de algo que siempre se está corriendo, a su vez. Si bien esta dislocación respecto del tiempo no puede ser suturada, corregida, reparada, en el sentido de su estructura, creemos que tendrá más recursos contra sus efectos imaginarios y reales devastadores aquel que pueda, en alguna ocasión, soportar, sobrevellar esa inadecuación, que aquel que alocadamente intente eliminarla. Hasta las herramientas de análisis que disponemos en la actualidad (léase psicoanálisis en nuestro caso) es difícil pensar en una subjetividad que no se configure de acuerdo a los cánones que se transmiten y se modifican de generación en generación, través de la dialéctica identificatoria edípica. Esta teoría que intenta dar cuenta de la constitución subjetiva nos advierte que, los seres humanos, por ahora, están muy lejos de convertirse en androides. Por lo tanto, este apremio de adecuarse a los 'tiempos que corren' no hace sino provocar alocadas carrera que, en muchos casos, hacen entrar a los individuos en las divertidas paradojas de Zenón de Elea que no son más que las contradicciones en las cuales se hallaría quien intente sostener de modo obcecado la sucesión del tiempo como formados por una sucesión de infinitos instantes consecutivos. Creemos que, en orientación vocacional se trata de organizar una estrategia que contenga este modo de incluir la dislocación temporal en el sujeto. Es por la percepción de una inadecuación que no se termina de aceptar que existen las innumerables actividades que intentan ajustar lo desajustado, la orientación vocacional debe algo de su razón de ser en esa insistencia. El tiempo del que consulta. En orientación vocacional hay un tiempo que, si bien no puede ser apresurado, si es necesario tener en cuenta la prisa de los plazos necesarios para tomar determinada decisión. Hay un tiempo, como decíamos más arriba, que siempre va a ser anticipado respecto de las condiciones para llegar a una óptima decisión, porque en realidad, es necesaria esa anticipación para que la decisión tome el valor de algo que haga huella como experiencia. Si la decisión, una vez tomada y efectuada modifica al sujeto, no podrá volver al momento anterior. Por eso, cuando inicia un proceso de orientación vocacional alguien que pasó por alguna elección, alguna decisión importante, fallida tal vez, no se puede desconocer la huella de esa experiencia, porque desde allí va a elegir nuevamente. Muchas veces los jóvenes viene después de haber iniciado carreras, de haber trabajado, de haber tenido tiempo inútil como si estuvieran como antes de salir de la secundaria. Creen que es posible estar en tabla rasa cuando ya hay inscripciones a tomar en cuenta. Por eso es necesario tomar en cuenta el tiempo del que consulta considerado desde su posición subjetiva incluyendo el momento que está viviendo. En el caso de orientación vocacional hay un tiempo que, si bien no puede ser apresurado, si es necesario tener en cuenta la prisa de los plazos necesarios para tomar determinada decisión. Desde esta misma perspectiva para pensar el tiempo es que es necesario considerar el momento vital de aquel que consulta. No es lo mismo el desarrollo de un proceso de orientación vocacional en el último año de la escuela secundaria al de después de haber pasado por una experiencia de decisión. Una decisión fallida o conflictiva, o que pone en juego la problematización de esa decisión, necesariamente va a ocurrir después de efectuada. Antes es sólo una apuesta, una decisión que pone en juego ciertas variables que hay que analizar, y luego sólo la apuesta. Pero una vez efectuada la apuesta, una vez que se ha dado ese paso, se podrán incluir dentro del campo de la experiencia lo que suceda, y ahí pueden surgir la sintomatización respecto de la diferencia entre lo esperado y lo encontrado, o respecto de lo que efectivamente se tiene que poner en marcha. Es aquí cuando surgen dudas, inquietudes, conflictos que problematizan la decisión tomada, y es aquí cuando el trabajo se hace radicalmente de forma diferente. El sujeto ya no es el mismo, y atravesado por la falla al mismo tiempo que puede estar en una posición más sufriente, también puede ser una experiencia de análisis del conflicto con mayor compromiso del que consulta. Ya pasó por una experiencia que lo ha marcado. Y allí, las consecuencias tendrán diversas formas de inscribirse en la historia de ese sujeto. Ya no se trata de la idea de lo que va a ser sino de lo efectivamente transitado. Y es allí donde puede aparecer en forma más clara la sintomatología que surge en función de la neurosis de cada uno por lo que se hizo. Es muy diferente el trabajo que se puede realizar con alguien que todavía no pasó por la experiencia de hacer una apuesta ligada a la exogamia, a su independencia, y el que ya hizo alguna. Antes de tirar los dados están las ilusiones, promesas, expectativas. Lo que vendrá es pura imaginación. Luego de la tirada de los dados están los resultados, la decepción, la satisfacción, el análisis de lo que sucedió con la tirada. El sujeto no es ya el mismo. Pasó por la experiencia. Por eso es muy importante el momento vital en el que esté instalado el que consulta. No pensamos aquí en algo esquemático como la edad cronológica. Sino la edad cronológica ligada con la experiencia vital del sujeto. Obviamente, la referencia de que está cursando quinto año es un dato importante. Todavía no egresó, no produjo el pasaje hacia otro lugar, Universidad o lo que fuese, si pensamos en la población típica de clase media que consulta. Pero hay jóvenes que no hacen la escuela secundaria, hay jóvenes que ya han apostado, que han trabajado, y eso tiene incidencia. Si se trata de alguien que está en uno de sus primeras decisiones importantes o se trata de alguien que ya ha transitado por allí, o si se trata de alguien que ni siquiera alcanza a percibir que se encuentra en ese punto. La orientación vocacional, además, tiene un límite de tiempo. No es posible no tenerlo aunque creo que es necesario no prescribir el tiempo de trabajo, sí es cierto que este no puede ser largo. Las consultas de orientación vocacional deben llegan a un momento de conclusión. Aunque sea el de no poder decidir en ese momento. Se trata de una conclusión. Estudiar, no estudiar, esperar, seguir pensando. Es esto lo que le da a la orientación vocacional el lugar de un espacio donde el tiempo se toma en cuenta, se articula con las urgencias, apremios y lentitudes del tiempo social, cultural. Porque en orientación vocacional se pone en juego la articulación, a veces iniciática, del joven con el mundo. Y entonces, ambos: sujeto y mundo, intentarán articularse también en el tiempo. Dejar a un sujeto librado a "su" tiempo subjetivo, es engañarse de acuerdo a cómo la percepción temporal se articula, necesariamente, en relación al Otro. En el dispositivo analítico el tiempo es el de la transferencia. Y si bien en orientación vocacional se trata de un dispositivo que pone en juego la transferencia, no es como en el análisis que el tiempo de la transferencia es sobre la que se anuda la puesta en acto de la realidad inconciente. Y se necesita, para ello, el tiempo para que ello ocurra. Coartadas para seguir esperando. Matías es un joven que pasó por varios intentos de carrera. Ninguna era lo que quería. Está deprimido. Tiene un trabajo que es a la vez lo está formando en el área económica. No le gusta. Nada de lo que hace le gusta. Lo que le gusta está lejos. Como promesa inalcanzable. El caso de Matías es ilustrativo de cómo se pone a cuenta del hallazgo del objeto de su deseo todas las acciones del sujeto. Matías está ubicado en un tiempo por el cual el objeto que él quiere siempre está en otro lugar y en otro tiempo del que él se encuentra. Participa de un denominador que es común a varios jóvenes. Están a la espera que aparezca lo que les gusta, porque entonces ahí sí podrán comenzar a vivir. Esta coartada de que todavía no encontraron 'su' objeto lo deja a la espera de la aparición, hallazgo o encuentro con lo que quieren hacer. Y esto dilata, frena y detiene la marcha en función de poner a andar algo que los pueda confrontar con la falta. De qué, de que cuando encuentren el objeto no va a ser lo que ellos suponen ahora. Y, en muchos casos, ese objeto ya pasó por sus manos, pero no lo tomaron. Es la promesa del encuentro con el objeto de su deseo lo que sintomatiza y hace deslizar todo del lado de la espera a que ese acontecimiento se produzca. El sujeto está a la espera5 y, por lo tanto, absolutamente pasivo, respecto de ese encuentro que ‘todavía ‘no se produjo. Es efectivamente, el aspecto temporal, (en cada sujeto la lógica temporal se estructura de acuerdo a su organización psiquica) para Matías, donde el pasado fue lo mejor, pero siempre luego que ocurrió y el futuro es la promesa, pero cada vez más difícil de sostener del encuentro con lo que a él le gusta. El ‘todavía’ implica la ilusión del hallazgo con el objeto, fantasía destinada a rechazar la confrontación con la falta, en el cual el esfuerzo está destinado a detener eso que amenaza con producirse todo el tiempo. Aquí la castración sería el estatuto teórico de aquello que para Matías es, por ejemplo, sucumbir a los efectos de que solamente podrá encontrar los objetos que están a su alcance toda vez que mida las consecuencias de sus actos. Por ejemplo, la carrera no será la mejor ni la más afortunada. El éxito dejará de ser un todo para, en todo caso, ser un objetivo que le permite ir recorriendo un camino. La espera del encuentro de esa carrera que le promete satisfacción porque le gusta, recompensa económica y no demasiado esfuerzo, lo ubica en el ‘todavía’ esto puede llegar a producirse. Obviamente, el paso del tiempo lo acerca cada vez más a la posibilidad de perder esta ilusión, y esto es lo que hace volverse sobre sus pasos, y comenzar a reconocer cuanto de lo que estuvo transitando valía la pena en el sentido de que era un camino que estaba haciendo. Muchos jóvenes se ven confrontados con estas desilusiones, y el tiempo cronológico logra tener sobre ellos el efecto de mostrar que están instalados en sostener una ilusión, y que eso mismo les impide hacer algo en pos de lo que quieren. En las demandas de orientación vocacional esa promesa, que de algún modo está alimentada por el hecho de que se dice que es mejor estudiar o trabajar en lo que uno le gusta, la promesa de encontrar o hallar lo que a uno le gusta, a veces es la coartada para no pensar, analizar, reflexionar, elegir y decidir sobre el objeto, que ya no será ilusorio, imaginario, como aquel encuentro mítico con el objeto perdido, sino el encuentro con algo que desde lo simbólico, lo ponga a funcionar como sujeto que produce, desea y vive tomando los objetos del mundo. El problema del tiempo en la decisión y su relación con la transferencia Por efectos de la transferencia, condición de un análisis, se supone un saber a otro, un saber que puede anticipar lo que surgirá, en el futuro, como material de análisis. Es necesaria esa ilusión que destruye coordenadas convencionales del tiempo para permitir la ocurrencia de un análisis. También esta suposición es necesaria para un proceso de orientación. Suponer un saber al orientador sobre el futuro del que consulta. También es condición necesaria. Pero veremos cómo lo que se trabaja y elabora es distinto. En algunos casos es en el lugar de la transferencia donde urge una precipitación en la decisión. Se escucha, en ocasiones, tomar la forma de pedido expreso de que se le diga algo, no pudiendo seguir hablando. En otros toma la forma de a qué vengo aquí, se transfiere sobre el orientador la imposibilidad de una toma de decisión, por ejemplo, bajo la forma de que no sabe. Se trata, a mi modo de ver, que en algún momento, en el punto de la indecibilidad, es decir que no hubo una consecuencia lógica razonada donde apareciera la decisión, y entonces comienza a advertirse que la decisión es eso, apostar sin más, que aparece la figura del orientador. En muchos casos hemos advertido que, si el orientador se abstiene de indicar o sugerir una decisión, el joven, al verse confrontado con que sólo resta que decida, vuelve la mirada a la orientador esperando que él haga algo. Se espera del orientador una palabra, un gesto que resolviera o diera indicios de esa decisión. Al no hallarla, porque el orientador se abstiene, cae esta imagen del orientador que todavía, como pendiendo de un hilo, era el garante de evadir la toma de la decisión. En el momento en que el hilo está muy tenso, (y esto es totalmente singular, de cada caso). Esto, que es singular en su forma pero que podemos verlo en casi todas los actos de toma de decisión, es un momento donde la figura del orientador da un giro para el que consulta. Como no se trata de un análisis, no se puede desplegar toda la fantasía en relación a la transferencia. Ese límite, que es el límite y unas de las diferencias más importantes que guarda una consulta de orientación vocacional a alguien que además es analista, con el análisis mismo, es el límite mismo de la demanda. A diferencia de un tratamiento analítico, que cuando algo se pone en juego transferencialmente, surge la posibilidad de pensar un poco más allá de la necesidad de tomar una decisión, en orientación vocacional es cuando se debe apresurar un acto. Esto ocurre porque, si efectivamente se pudo llegar a construir un espacio donde hablar de sus dudas frente a la elección, y se pudo desarrollar y desplegar esa preocupación, efectivamente, hay un momento, previo a la toma de la decisión, que aparece como urgencia, como algo que no le pertenece a él. "Tiene" que decidir. Creemos que la clave de esto es que se trata de la estructura misma de la toma de decisión. Se trata de una forma de adelantarse a aquello que no podrá venir de ningún modo. Es decir, la decisión sopesada, calculada y razonada de modo lógico formal. Tengo estas variables, estas funciones y me da tal resultado. En una apuesta subjetiva como la de elegir una profesión, si es que está la intención de hacerlo como eso, como apuesta personal, las matemáticas no sirven. Las cuentas no dan. Las reflexiones y las consultas no alcanzan, o mejor dicho, en algún momento sobran. Es ahí, cuando esto se hace evidente, cuando se alcanza la certidumbre de que no se va a conocer todo para tomar la decisión exacta, correcta, es cuando debe sobrevenir un acto, una toma de decisión. Por eso decimos, que en esos momentos, sobrevienen las situaciones más dificiles en relación a la transferencia con el orientador. Necesariamente el orientador ahí cae como aquel que podría asegurar o garantizar que la decisión no sea eso, una decisión singular. Por eso nos parece que es muy interesante plantearlo esto en términos de los tiempos lógicos de Lacan, no esperando más que el instrumento teórico que nos permita pensar en esas situaciones difíciles, para sostener como orientadores. Por eso muchos pueden concluir, cerrando el proceso de orientación, y otros no, se van antes, desaparecen. Y esto, muchas veces es la expresión de esa inadecuación que comienza a gestarse cuando se está incubando la urgencia de la decisión. Por eso, para el orientador también es muy difícil este momento, porque tampoco se lo espera. Por tratarse de esto, de momentos que sobrevienen de forma anticipada, o diríamos extemporáneamente a la sucesión esperable, también el orientador muchas veces no puede prever ni esperar lo que va a ocurrir. Por eso es tan difícil ocupar ese lugar, sin caer en los tecnicismos de algún tipo de orientación vocacional, o sin intentar suturar, cerrar estos acontecimientos. Planificar un deteminado número de sesiones sería un modo de controlar esto. Tal vez sirva para trabajar con más tranquilidad, pero es probable que no pueda desplegarse dentro del proceso mismo de orientación vocacional estas idas y vueltas que hacen a las condiciones de la elección. Por supuesto que esto se despliega aunque la persona no consulte. No es como en el análisis, que solamente puede producirse un análisis dentro del lugar mismo. En este caso, las características generales de esta toma de decisión, por lo que hemos visto, se conservan, porque hacen más a las condiciones para llegar a una toma de decisión subjetiva, cuando el que decide y elige está realizando una apuesta en la que quiere o intenta comprometer su deseo. 

(*) Publicado en la Revista Ensayos y Experiencias Año 5 Nº 28. Colección Psicología y Educación. Buenos Aires, Ediciones Novedades Educativas. Mayo-Junio de 1999. ISSN 0328-352 

 1 S. Freud. "Recuerdo, repetición y elaboración". O.C. T.II. Biblioteca Nueva. Madrid. 

2 S.Freud. "Teoría General de las Neurosis. XXVII. La transferencia." O.C. T. II.Madrid. 

3 Antonia Soulez. "De la eficiencia del acto: ¿Causalidad mental o lotería?". "Textos sobre el Tiempo Lógico". Cuaderno de la escuela lacaniana de psicoanálisis. Buenos Aires. 1992. 

4 James Merrill, "An urban convalescence". Citado en Marshal Berman: "Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad". Siglo XXI. Madrid 1988. 

5 ..."La original concepción de la espera como antítesis auténtica e la actividad (en lugar de la pasividad "como lo querría la razón") es ingeniosa ....". Comentario de J. Lacan al texto "El tiempo vivido" de E. Minkowski. "Textos sobre el Tiempo Lógico". Cuaderno de la escuela lacaniana de psicoanálisis. Buenos Aires. 1992.